Por: Ramón Elejalde Arbeláez
Por completar cerca de treinta meses de una infructuosa disputa entre Gobierno y oposición-EPS por reformar un sistema de salud que ha demostrado a todas luces que es una vena rota por donde se desangran dineros oficiales a manos llenas. Desde tiempo atrás, algunos venimos recabando en la necesidad de terminar con la intermediación de las EPS o al menos transformarlas, por ser un paso innecesario, costoso y ahora demostrado, que ineficiente y corrupto.
La oposición, algunos simplemente por cumplir su misión de estorbo y otros por intereses económicos, han impedido que las reformas presentadas por el Gobierno tengan algún éxito en el Congreso de la República y no pretendo con lo dicho, que estas propuestas sean aprobadas y acatadas tal cual las presente el ejecutivo. Deben ser sometidas a un amplio debate, estudiadas a fondo y aprobadas como se requieren, pero apuntando siempre a mejorar lo existente, que es una calamidad.
Las EPS son indefensables: Manifestar que les cancelaron a cincuenta y dos clínicas, $ 70 mil millones de pesos, en el año 2024 y descubrir que diez (10) de ellas NO existen y treinta (30) carecen de registro, no es serio con Colombia. Cobrar por transportar quince mil veces en ambulancia a un mismo paciente, es creernos a todos unos tontos y al Estado una caja sin fondo. Facturar servicios y entrega de medicamentes a unos treinta y nueve mil fallecidos (otros afirman que son sesenta y cuatro mil), después de su muerta, es de un descaro y una alevosía increíble. Cobrar, como lo hizo una EPS, el medicamento Omeprazol, 65000 % por encima del costo normal, al Estado, raya en la criminalidad.
Esas EPS que recibieron el dinero estatal en forma oportuna, hoy le deben a las instituciones prestadoras de servicios, es decir a los hospitales, laboratorios y clínicas, cerca de 25 billones de pesos, circunstancia que tiene a estas últimas entidades al borde de la quiebra y a todo el sistema de salud colombiano a punto de un colapso mayúsculo.
Las EPS colapsaron, la mayoría ya desaparecieron o fueron liquidadas, otras están intervenidas por el Estado y unas pocas se sostienen con dificultades y engaños como los ya vistos. Están en física bancarrota y desde hace muchísimos años. No es problema del actual Gobierno. Inexplicablemente tenemos dirigentes de la salud y políticos que siguen defendiendo ese adefesio a pesar de la pesada carga económica que es para el Estado y no obstante los pecados mortales de carácter delictivo que les han topado. Impresentable que personas serias sigan defendiendo esa inútil y perversa intermediación. La salud está requiriendo con urgencia una transformación y mientras más la demoremos, más graves serán los traumas para el presupuesto nacional y para el bienestar de los colombianos.
El drama para los pacientes es cada día peor: no reciben medicamentos, no son atendidos por especialistas, no otorgan citas a tiempo, los exámenes de laboratorio los dilatan, la atención de pacientes de alta complejidad es ralentizada o imposible, en fin, ese cuento de que tenemos el “mejor sistema de salud del mundo” es una historieta chimba.,
Gobierno, congresistas, expertos de salud, a sentarse con seriedad y juicio a terminar de expedir una buena ley que reforme nuestro sistema de salud.