¿Un Cónclave como Reality Show? El Espectáculo que No Necesitamos

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Por: Aldrin García Balvin – Director de Totus Noticias

En medio de mis locuras creativas y después de ver todo lo que se mueve por estos días en redes sociales sobre el Papa, el Cónclave, y cómo con inteligencia artificial se manipulan contenidos como si fuéramos personajes de una campaña electoral más negra que la anterior, sumado a cómo los periodistas parecen cazar noticias con preguntas picarescas a los cardenales, se me ocurre una idea absurda… ¿Y si hacemos el Cónclave como un reality show?

Imaginen un Cónclave televisado en vivo, con cámaras escondidas por todos lados, los cardenales votando, las emociones a flor de piel, y un millón de espectadores conectados para ver cómo se elige al nuevo Papa. ¿Quién no querría ver cómo se mueve la política eclesiástica en tiempo real? Los patrocinadores estarían felices con este espectáculo. Marcas de ropa, automóviles y hasta compañías de streaming se pelearían por estar presentes, vendiendo desde la capa del Papa hasta las sillas del Cónclave. Sería el evento más visto del año, superando cualquier final de la NBA o la Copa del Mundo.

No olvidemos el dramático “Habemus Papam” al estilo de los grandes reality shows. Los cardenales, compitiendo por el premio mayor, eligiendo al próximo Sucesor de Pedro. Imaginen las entrevistas exclusivas después de cada votación, los respiros de alivio, las risas nerviosas, y hasta el llanto de algunos por la presión. Todo perfectamente orquestado para mantenernos al borde de la silla, esperando el desenlace de esta telenovela papal.

Pero en medio de esta fantasía mediática, lo que realmente no podemos olvidar es lo que está en juego aquí. El Cónclave no es un show de entretenimiento ni un juego de popularidad. En lugar de que los cardenales se enfrenten en una carrera para ver quién tiene más seguidores o más likes, deberíamos recordar lo que realmente importa: la elección de un Papa es un acto profundamente espiritual, no un juego de seguidores.

El Cónclave es un acto de fe, no de espectáculo. No podemos permitir que la acción del Espíritu Santo se vea opacada por la presión de los medios, los memes o las estrategias de marketing. Lo que se juega aquí no es un puesto de influencia mediática, ni un puesto que se elige por la fama. Se elige un líder espiritual, un pastor para guiar a la Iglesia en la verdad, la justicia, y el amor.

Hoy vivimos en un mundo donde la vida misma se ha convertido en un espectáculo público. Desde casas de apuestas que ya predicen al futuro Papa hasta videntes y tarotistas que se aventuran a dar sus pronósticos en redes sociales con tal de ganar seguidores y convertirse en tendencia. Algunas plataformas incluso han empezado a lanzar apuestas sobre el próximo Papa, como si la elección fuera una competencia de popularidad. Y lo que es peor, las predicciones de los videntes ya están llenando las redes con nombres y supuestas visiones, como si este proceso estuviera destinado a ser una parodia más de nuestra vida diaria. No solo es irresponsable, es una burla a la seriedad y la solemnidad del Cónclave.

¿Cuántas veces hemos visto cómo el espectáculo se adueña de lo más sagrado? Hoy vivimos en una época en la que se siente que todo debe ser público, todo debe ser mostrado, hasta las decisiones más trascendentales de la humanidad. Pero la vida no es un show, y lo sagrado no debe ser comercializado. El Cónclave no debería ser un lugar de exposición mediática, donde los cardenales sean presionados por las cámaras, las opiniones públicas y los seguidores. La oración, el discernimiento y el respeto deben ser el centro, no las estrategias de comunicación o las campañas de marketing.

Es hora de recordarnos que el Papa no es un personaje público más, ni un “líder de moda” que sigue la corriente de lo que está de tendencia. La figura del Papa es un líder espiritual, llamado a guiar, a servir, a cuidar y a unir a los fieles en la fe. En un mundo tan superficial, el Papa debe ser un modelo de humildad, cercanía y servicio, no un protagonista de una telenovela o un programa de concursos.

Hoy, más que nunca, necesitamos un Papa que viva según el Evangelio, que busque la unidad, que priorice a los pobres y que abra las puertas de la Iglesia a todos, sin importar sus credenciales mediáticas o el tamaño de sus seguidores. El Cónclave de 2025 no debería ser un momento de división, ni de juego político o mediático. Es el momento de escuchar y confiar en el Espíritu Santo, para que sea Él quien guíe a la Iglesia y elija al pastor que Dios nos ha destinado.

Así que, aunque la idea de un Cónclave televisado y dramatizado suene entretenida, es importante recordar que lo esencial aquí es el silencio, la oración y el discernimiento. Los cardenales deben estar enfocados en la voluntad de Dios, no en los titulares de prensa ni en las tendencias de las redes sociales.

Nosotros, como fieles, debemos estar preparados para aceptar que el Papa elegido, sea quien sea, será elegido por Dios, a través del Espíritu Santo. No se trata de ser el más popular o el más mediático; se trata de ser el más fiel al Evangelio. En lugar de seguir las tendencias, debemos seguir el camino del Espíritu, confiando en que será Él quien guíe a la Iglesia hacia el futuro.

Finalmente, que el Cónclave no se convierta en un show, sino en un verdadero acto de fe. Que los cardenales sigan el ejemplo de San Pedro, y que sus corazones estén llenos de oración, humildad y dedicación para elegir al Papa que Dios nos ha destinado, no al que la sociedad o los medios creen que necesitamos.

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