Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
Dos conocidos compatriotas que pretenden ser candidatos presidenciales el año entrante salieron a la arena política casi al mismo tiempo, y ambos con tímidos tapujos.
El otrora Contralor General de la Nación, Pipe Córdoba, abrió plaza enviando desde el domingo comentarios a través del WhatsApp y las redes, e invitando a oírle sus planteamientos en la transmisión de foros públicos.
El antiguo alcalde de Cali, Moris Armitage, nos hizo saber de sus intenciones al hacer público que le había vendido sus acciones en la revista Cambio a uno de sus socios, porque consideraba la posibilidad de ser candidato presidencial, y un medio de comunicación como la mencionada revista dizque no puede albergar un accionista candidato.
Ninguno de los dos nos ha dicho directamente que se lanzan, ni siquiera como precandidatos. Ambos han usado fórmulas indirectas, lo que no deja de ser una equivocada carta de presentación.
Armitage, disfrazado a su edad con una barba que lo desprestigia estéticamente, cree —en su anacronismo— que el tema central de su campaña debe ser la justicia salarial entre patronos y obreros.
Pipe, haciendo gala de lo que siempre ha hecho —el de generar consensos políticos para ser elegido, primero en la Auditoría y luego en la Contraloría—, quiere evidentemente presentarse como el obelisco de unidad cuando los desencuadernados partidos políticos buscan un salvavidas que los defienda de la máquina de Petro y los suyos.
Los dos, empero, sufren de falta de reconocimiento nacional. Tienen entonces que conseguirse un balcón o montarse en la discusión pública de alguna de las continuas embarradas de Petro y usarlas como balsa para navegar sin hundirse o, de una vez, comenzar a montar la trinchera, pero con energía.
Armitage tiene cómo financiarse: es un industrial. Pipe tiene que salir a recoger fondos, porque una campaña —así sea en tiempos de las IA, los algoritmos y las redes— se hace con plata en el bolsillo.
