Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
El mundo, aquí y allá, está acelerando hacia la estupidez. Por todas partes se ven ejemplos del uso desmedido de la crueldad.
En Caucasia, dos de los ejércitos de traquetos que se han ido tomando a Colombia, los del Clan y los Carrapos, prefieren enfrentarse a muerte, sembrando la crueldad y dejando a un lado la posibilidad del diálogo que brinda el ser coincidentes en la insurgencia y el negocio de la droga.
En Europa, donde parecen haber olvidado la crueldad a la que fueron sometidos durante la Primera y Segunda Guerra Mundial del siglo XX, han resuelto ahora, por miedo a que el emperador Trump no los apoye más militarmente, armarse hasta los dientes, dizque para defenderse por medio de la crueldad de la guerra ante un presunto ataque enemigo.
En Medellín, la ciudad que gobierna el moralista Fico, mataron dentro de su casa familiar al personero de Entrerríos, quien había llegado esa tarde de un congreso de personeros en Santa Marta. La crueldad fue máxima y la sevicia absoluta: le pegaron 55 puñaladas con los cuchillos de la cocina.
En Yemen, país azotado por la guerra desde hace años y desde donde atacan con caucheras a los buques que navegan en el Golfo Pérsico, los Estados Unidos bombardean cruelmente un barrio residencial, matando miserablemente a más de 50 personas, incluyendo mujeres y niños, dizque sospechosas de ser funcionarios del régimen hutí.
En la masacrada Gaza, luego de una semana en que Israel los tuvo cruelmente sin luz eléctrica, para dizque presionarlos a devolver rehenes también cruelmente secuestrados, esta madrugada se reiniciaron las hostilidades, y amanecimos otra vez con centenares de muertos.
En la convulsa zona de El Plateado, cuenta Salud Hernández en la revista Semana, los traquetos de la Patiño, usando la crueldad de las bombas, estallaron un par de ellas para volar por los aires un camión con soldados arrumados estúpidamente en el volco del vehículo.
Es la crueldad aquí y allá. Y nos estamos acostumbrando a ella.