El sacerdote Óscar Albeiro Ortiz Henao, conocido por su labor en la parroquia San José del Limonar en Medellín, falleció recientemente en Bogotá. Ortiz Henao fue una figura controvertida; mientras algunos feligreses lo consideraban un pacificador con dones sanadores, la justicia colombiana lo condenó en 2013 a 19 años de prisión por liderar una estructura delincuencial compuesta por exmiembros de las extintas Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).
La Corte Suprema de Justicia determinó que, bajo la apariencia de gestor de paz, Ortiz Henao actuaba como jefe criminal en el corregimiento de San Antonio de Prado, al suroccidente de Medellín. Su doble faceta generó opiniones divididas en la comunidad; en 2012, habitantes de la zona realizaron una marcha en su apoyo, evidenciando la compleja relación que mantenía con la población.
Durante su juicio, se presentaron pruebas que vinculaban al sacerdote con actividades ilícitas, incluyendo homicidios, extorsiones y desplazamientos forzados, perpetrados por una banda integrada por reinsertados de las AUC. A pesar de las acusaciones, Ortiz Henao siempre mantuvo su inocencia, argumentando que su labor se centraba en la rehabilitación y reintegración de excombatientes a la sociedad.
Tras su condena, el sacerdote fue recluido en un centro penitenciario, donde su estado de salud se deterioró progresivamente. En los últimos meses, fue trasladado a un hospital en Bogotá debido a complicaciones médicas. Su fallecimiento marca el fin de una vida llena de contrastes, dejando una profunda reflexión sobre la delgada línea entre la labor social y las actividades delictivas.
La comunidad de El Limonar y San Antonio de Prado se encuentra dividida ante la noticia de su muerte. Mientras algunos lamentan la pérdida de un líder espiritual que buscaba la paz y la reconciliación, otros recuerdan las acciones criminales por las cuales fue condenado. Este hecho resalta la complejidad de las dinámicas sociales en zonas afectadas por el conflicto armado en Colombia.
