EL IMPERIO DE LA ANARQUIA

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Por: Federico Senior

No es solo desgobierno, sobre el cual estamos hartos de ver y oír, ya lo sabemos, no lo podemos corregir, lo máximo que podemos hacer, es evitar un mayor desastre, impidiendo que el gobierno logre recabar las reformas que le hacen falta, eso esta en manos de los congresistas opositores, y por nuestra parte, vigilarlos y demandarlos cuando se “vendan” al ejecutivo, hasta ahí.

A lo que me refiero, es que es la nuestra una sociedad anárquica, la ley del más fuerte, del más “vivo”, esa es la que impera, no es solo en los grandes acontecimientos o tragedias, no, es en el diario vivir y, aunque nos parezcan baladíes los hechos cotidianos en los que se manifiesta la total acracia en la que vivimos, son la base, el fundamento, del enorme caos en que está sumida nuestra sociedad.

Lo básico, que es el respeto, se perdió hace ya mucho, la autoridad, la edad, el derecho ajeno, la libertad, ya nada de eso goza de consideración alguna, y como es generalizada la prevalencia de la voluntad propia ante la conveniencia de los demás, pues lo vemos como lo normal, además de constituirse en la patente de corso, para el propio actuar, por ello es que “si los demás lo hacen, pues yo también” y se toma tal razonamiento como el justificante para irrespetar, para transgredir la ley e infringir los derechos ajenos.

Eso sucede en la base, de ahí hacia arriba de manera exponencial, cunde la vorágine, en términos coloquiales todo el mundo hace lo que le da la gana, buscando siempre eso si, el interés propio, de ahí entonces, que no podamos pedir que las cosas en nuestro país mejoren de un día para otro, la mejora requiere de algo mucho más profundo y de mucho tiempo.

La idea actual es lograr lo máximo con mínimos, la mayor cantidad de poder y/o dinero, con los mínimos tiempos y esfuerzo, para ello, hemos contado con el invaluable apoyo del narcotráfico y hoy día de las redes sociales.

Son hechos, el tráfico de drogas ilegales creó en Colombia, una clase nueva, de orígenes múltiples en las capas sociales, por un lado, los “traquetos” de los altos estratos de la sociedad, han sido comunes desde la década de los setenta, hoy, vemos como muchos de esos capos, han lavado su dinero, y ocupan notorios puestos en la sociedad, ufanándose de sus grandes empresas como si su origen en verdad hubiese sido producto de la lucha y el esfuerzo diarios, en niveles más bajos, el efecto ha sido en verdad impactante, nada más recordemos el ejemplo de Pablo Escobar, desde abajo construyó el más grande imperio económico, político y social del que se tenga historia, todo basado en los más execrables delitos, el fin justifica los medios, ha parecido ser la premisa fundamental.

Lo de las redes sociales, ese fenómeno en el que todos hemos pasado de ser espectadores a protagonistas, en el que ya nadie depende de nadie para publicar su propia historia, ya todos estamos a diario en escena, se nos puede ver desde cualquier lugar del globo, de manera casi que inmediata, hemos pasado a ser esclavos de los “like” vigorosa y adictiva dopamina que nos lleva a encasillar nuestra vida limitándola a la diaria puesta en escena, y a tasar nuestro nivel de éxito, en el número de aceptaciones que de ella obtengamos, produciendo como daño colateral el inatajable fenómeno del nacimiento de una nueva raza de héroes, esos que logran, por lo general a base de publicaciones insulsas, excelsos niveles de éxito y notoriedad, que repercuten de manera directa en los ingresos de esos nuevos seres llamados “influencers”, que como dijo Charles Bukowski “Nacimos aquí, donde las masas idolatran a los idiotas y los convierten en héroes ricos”

Es aquí en donde hoy estamos, en una sociedad secuestrada por los valores de la anarquía, el individuo es cada vez más individuo, la conciencia colectiva ya no existe más, el sobrevivir ya no es la meta, el logro está mucho más alto, es obtener el poder y el dinero, eso sí, sin mayor esfuerzo, pateando la línea de la ética lo más lejos posible, está hoy de hecho, llegando a la órbita de Neptuno, esa anarquía creó héroes con pies de barro, que elegidos por los sedientos de venganza, han llevado a los que antaño empuñaban fusiles o para amedrentar a los secuestrados, para fusilarlos, o para asaltar a mansalva a los templos de la justicia, llevándolos hoy a los más altos cargos de la nación, implementando lo que para ellos siempre ha sido motivo de su lucha, la destrucción de la sociedad, ejerciendo con el poder que hoy tienen, la más desaprensiva ejecutoria del mismo, premiando sin miramiento alguno al que delinque, fustigando al ciudadano honesto, urdiendo las más truculentas estratagemas para conservar el mando y llevar a cabo su diabólico proyecto de exterminio de la democracia y consolidación de la hegemonía dictatorial disfrazada de pluralismo.

Impera la anarquía, el péndulo está del lado siniestro, es imperativo desprenderlo de ahí, llevarlo al otro lado, anclarlo con la más firme cuerda de la decencia al parecer de que la ley y el orden deben ser las premisas, no volverlo a soltar, es ahí desde donde se podrá reinventar nuestra nación, desde la base, desde la enseñanza del respeto a la ley, creando en las nuevas generaciones la cultura del deber, del trabajo, del esfuerzo, de la dignidad, indestructibles y únicos pilares sobre los que construir un país que pueda progresar en paz.

La anarquía solo se vence haciendo imperar el ejercicio de la ley, premiando al probo y castigando al delincuente.

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