EL GRITO SILENCIOSO

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Por: Jordelio

Triste observar el deambular de gente sin trabajo, a merced de una llamada que no suena, de un quejido silencioso que se ahoga en su propia pena.

Me duele en el alma ver a muchas personas recorrer un pueblo buscando cartones, sillas viejas, botellas desocupadas para llevar a la casa una libra de arroz o una panela.

Un kilo de Cartón vale 300 pesos y la suma de los andariegos que no miran a nadie sino escombros, basuras, suman toneladas que van a parar a países que no tienen materias primas para envolver paquetes.

Los cartones donde vienen los huevos los recogen, no sé que procesos tendrán antes de regresar de nuevo.

Las miradas de muchos recicladores han perdido el brillo, y sus ojos se han adaptado a la oscuridad de la noche y al primer claro de luz de la mañana.

No hay trabajo pero Dios es tan grande que permite que el reciclador utilice sus hombros y carretas rústicas para llevar sus deshechos a la gran bodega, teniendo precaución de no dañar la lata de la hermosa camioneta expuesta antes de la paga.

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