COLOMBIA ANTES, AHORA Y DESPUES…

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Por: Federico Senior

La certera y nada subjetiva visión del socialismo siglo XXI, muy bien representado en Colombia por el Pacto histórico, liderado de pundonorosa manera por nuestro amado Robin Gus, nos deja ver con absoluta claridad lo que ha sido el pasado, es el presente y será el futuro de nuestra amada Patria.

Desde los albores de la República, hace más de doscientos años, todos y cada uno de los sistemas políticos y de sus respectivos gobiernos, fueron poco menos que catastróficos, en todos y sin excepción alguna fueron ejercidos por los más execrables personajes, delincuentes, ladrones, abusadores, explotadores, codiciosos, esclavistas y ni se diga de los que siguieron en la segunda década del siglo XX, nazis, fascistas descarados, asesinos de negros, indígenas, judíos, homosexuales, lesbianas y todo aquello que no estuviese protegido por la Santa Iglesia Católica; ese fue nuestro país, un verdadero infierno, en donde jamás llegó el progreso, no hubo desarrollo de casi nada, ni carreteras, ni puentes, ni aeropuertos, ni puertos, ni comunicaciones, ni agricultura y ganadería tecnificadas, menos aún después de los noventas, nunca se incorporó en el país, un verdadero sistema de internet, nada, la verdad es que a principios del año veintidós del siglo XXI, Colombia era lo más parecido a Burundi, de paso, regidos por los herederos de los blanquitos ricos que seguían mandando, seguían siendo los dueños de todo, país en donde se producían los venenos mortales del petróleo y el carbón, tanto así, que era Colombia la responsable de casi el ochenta por ciento de las emisiones de carbono, el hueco de la capa de ozono, lucía de cínica manera, tres colores, el amarillo, el azul y el rojo, evidenciando su fatal procedencia. Se salvaban por esos días, tan solo esos gloriosos movimientos armados, nacidos del pueblo, que, habiendo de muy hábil manera engañado al caucásico Santos, lo habían hecho arreglar una tregua, que mal llamaron tratado de paz, que les permitiera, reorganizarse, rearmarse, llegar al parlamento, crear un partido político, y aplicando el ardid de las disidencias, seguir guerreando en la lucha por conseguir la liberación del pueblo.

Durante décadas, la izquierda había luchado entonces, por llegar al poder, la abominable derecha, sin piedad alguna, se lo había impedido, a pesar de haber estado unida, de haber sido un solo ser, la injusticia del omnipotente poder de los pálidos, borregos ellos del maléfico imperio del norte, los había mantenido al margen del mando, acarreando las ya mencionadas desgracias al valiente pueblo colombiano.

Pero, como en cualquier cuento de los hermanos Grimm, apareció el soñado Príncipe, el héroe, el Robin Hood, nuestro piel café con leche Robin Gus, el hombrecito que engrandecido por las heridas sufridas en combate, a bala física, que sin el más mínimo asomo de temor, había empuñado su AK47, baleando a esos miserables reclutas del neoliberalismo, que no merecían mejor suerte que la muerte en combate, enseñoreándose del triunfo, mientras aplastaba con su bota pantanera, la cabeza del vencido, o con la más hermosa sonrisa, contemplando el humeante Palacio de la Justicia, a sabiendas y gozándose el saberlo, que adentro calcinados por el purificador fuego, propiciado por ellos, yacían los cadáveres de esos asesinos a sueldo del Tío Sam, que querían extraditar a sus amados socios, los impolutos miembros de los carteles de Cali y Medellín, gritando de seguro y mirando a ese infinito al que soñaba algún día con enviar los virus y el tejido de la vida, “socialismo o muerte”; pues bien por fin el día de gloria llegó, después de una inmaculada, ardua, fragorosa campaña, en donde a su lado aupando los más agotadores esfuerzos, agrupó un verdadero puñado de insuperables comanditarios, quienes casi con tan solo sus propios recursos, incluidos claro de los anexos, tales como el hombre Chesterfield, o el anatolense  Lasaca, probos miembros de la más rancia y puritana sociedad caribeña, quienes de sus arcas, conseguidas con ingente esfuerzo de prístinos negocios, apoyaban con sus denarios al delfín del príncipe y a su Richelieu Biendeti, lograron vencer al capitalismo salvaje, conquistando por fin el tan añorado Castillo de Nariño.

Y ahí si que se empezaron a ver los hechos, el cumplimiento a cabalidad de todas las promesas hechas en campaña parecía en verdad algo providencial, los milagros se sucedían a diario. Les quedaba fácil, según ellos en el país no había prácticamente nada, lo poco era de propiedad de esos repugnantes ricos, así que, para cumplir con esas promesas, lo que tocaba era iniciar un proceso de desmonte, de construir destruyendo, ¿la orden entonces? Manos a la obra.

Y despunta entonces la aurora, como un reluciente ahora, maravilloso, nada más llegar al poder, el muy humano movimiento Estado Lapidario Mortal, le pidió audiencia al jefe, le entregaron todas las armas, liberaron a todos los secuestrados, y se entregaron sin pedir prebenda alguna, yéndose en ordenada fila a las puertas de las cárceles, en donde suplicaban se les impusiera el más severo castigo, los otros, los de la Familia Amada Responsable Cariñosa, siguieron su ejemplo, llamaron a los hijos pródigos e hincando rodilla se arrodillaron ante Robin Gus y cesaron su lucha, es que, para qué la pelea, si ya el pueblo lo había logrado, el líder estaba al timón y así, el barco siempre navegaría por aguas profundas y con el viento en popa (en popa el barco, no el líder). De igual manera, el ferrocarril de Veragua, el Clan de la Bahía, los Pechotas, y todos esos grupos de desinteresados gladiadores, cesaron su pendencia, de estos valientes muchachos, los que así lo quisieran, reemplazaran a los soldaditos del ejército, esos miserables traidores de la Patria, vendidos s los yanquis, y pasaran ellos a ser los portadores de las armas del estado y a ser los defensores del pueblo.

Los campesinos del Cauca, del Catatumbo, sin pedir ayuda de nadie, arrancarán las maticas de coca y se pondrán a sembrar toronjil, manzanilla y cidrón, dando así inicio al más prometedor período de progreso, riqueza, sosiego y dicha.

De una vez, Robin Gus, empezó a allanar el camino, para muy al estilo de Napoleón, coronarse como Emperador, él sabía que nadie podía lograr la felicidad, paz y progreso para su amada tierra, como él, así, que poco a poco, fue socavando el piso de la democracia, hasta que ésta o lo poco que de ella quedaba, colapsó en el socavón del olvido, dando paso al fulgurante brillo de la nueva sociedad igualitaria.

Entonces, para qué Congreso, para qué Cortes, para qué elecciones, si ya el pueblo, en la interminable seguidilla de multitudinarias marchas, había determinado que su guía, su jefe, su Emperador, sería hasta el fin el bienamado Robin Gus.

El plan, incluía como es obvio, algunas acciones que al rompe parecían improcedentes, como por ejemplo, acabar con el sistema de salud, acabar con la empresa más productiva de la nación, acabar con la empresa privada, acabar con el cultivo del café, detener las obras de infraestructura, todo con un solo cometido, ese el de la brillante exministra Irenita Velas, decrecer, disminuirlo todo y ante todo a la población, así, que éste ahora, debía ser caracterizado por el descenso de la misma, y qué mejor y mas humana manera que acabando con la salud, así, todo aquel que enferme, pues muere, y es uno menos que mantener, le queda entonces fácil al grosero e impertinente ministro Guillo Foncho Jara Sorgo, mientras más muertos mejor, las empresas al ir desapareciendo, dejarían de explotar al pueblo, y claro al haber menos pueblo, al empequeñecerse las ciudades, entonces para que carreteras, autopistas, o aeropuertos, si ya el único avión que volaría sería el de Robin Gus, y de pronto algún Pterodáctilo de la Virreina Doña Italia, porque la reina consorte, Doña Verosefina (como la Josefina de Napo), o el Mario Walesko de Gus, usarían el mismo avión, entonces, para que gasolina, la poquita que se llegare a necesitar, pues se compra en Ureña, así le ayudamos al vecino Biche y a su compinche Satandado. En resumen, el ahora no puede ser más fulgurante y prometedor.

Y para solaz y beneplácito de Robin Gus, el futuro no pude pintar mejor, un país de humildes campesinos, que aran la tierrita, las grandes fábricas serán todas del estado, habrá entonces una inmensa producción de panela, cubio, chicha, ñame y yuca, trompos, canicas, yo-yos no porque esos son de Coca Cola (el demonio), cucharas de palo, ollas de peltre, vasijas de barro, poporos, canastos y tulas de fique, en cuanto al café este decaerá, puesto que es (aunque forma parte de las adicciones de Gus) un producto para ojiazules, así que solo habrá las maticas para llevar sus granos al Castillo de Nariño, y como la pobreza será general, no habrá luchas de clase, la educación se limitará a la enseñanza de la labranza, para qué Universidades, y seremos entonces el paraíso terrenal, el país de la vida, nuestros cuerpos se convertirán en producto de exportación, puesto que habrá que mandar tejido humano a Neptuno, o para la venta de órganos a los hospitales cubanos, será  entonces nuestra Patria, una sociedad muy parecida a la del siglo XV, donde la esperanza de vida será de 30 años, pero seremos felices, con nuestras epidemias de peste negra que ayudarán al loable propósito del descenso, gobernados por el muy justo y honesto Robin Gus, que blandiendo su Excalibur (en este caso la espada de Bolívar, de Simón, porque Gustavo no tiene de eso) cabalgará por senderos empedrados, blandiendo su portaestandarte el trapo azul, blanco y rojo, de su insigne movimiento revoltoso, seguido de su séquito de siervos, liderados por la Lauris, que para esas épocas ya habrá sido ministra de todos los ministerios, y muy seguramente será la gran visir del califato.

Ya no habrá judíos, ni gringos, ni empresarios, ni ricos, ni Toyotas, a Gus le tocará ir a Panamá (en buena compañía) a comprar sus Ferragamos y las botellitas de Sello Azul, necesarias para sus ya famosos foforros de juernes, viernes, sábado y mañana de domingo.

Y como dicen los cuentos y fuimos felices y comimos perdices…

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