ARNULFO – Crónicas de Gardeazábal

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Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal

La semana pasada murió un hombre singular a quien los tolimenses de una y otra generación reverenciaron con todo mérito: Arnulfo Sánchez. Siempre me causó impresión por su exclusivo don de gentes y su recóndita capacidad de entender hasta lo que no sabía.

No hubo viaje mío a Ibagué en el que no me hiciera asomar por sus oficinas, por sus estudios de la Voz del Combeima 790 AM, o que después no me invitara a almorzar para llenarme de las anécdotas que pivotearon su vida. Se deleitaba con que lo oyera, y el dúo lo hicimos tan vibrante que, en una y otra oportunidad, me visitó en esta casona de El Porce para ponernos a tejer el recuerdo de sus vivencias y las curiosas opiniones que tenía sobre los políticos colombianos, de las que no sabía uno si carcajearse o aceptarlas como sapientísimas.

Era un hombre de radio a la antigua y, hasta cuando su enfermedad lo dobló, se hacía llevar en su silla de ruedas al estudio de la emisora para supervisar, en su mudez senil, lo que se hacía. Allá me llevó la última vez y, como ya no podíamos conversar como antaño, entendí que quería mostrarme la modernización que, junto con sus hijos, le había hecho a Ecos del Combeima y a su influyente Econoticias.

Si hubiese tenido salud, nos habría enganchado en su canal de las redes actuales para volverme a entrevistar a primera hora de la mañana, deseoso siempre de que mis herejías pudieran ser oídas en los cielos de ese Tolima que tanto amó y que, por estos días, debe estar sintiendo la satisfacción de que Arnulfo haya hecho parte de su bunde y de sus murmullos.

Poder haber sido la simbiosis entre el fulgor musical y arrebatador de su tierra, y tener la capacidad de habernos recordado a quienes tuvimos el privilegio de sus charlas lo que sintió cuando fundó, con Pava Navarro, la cadena Súper en Villavo, le permitieron morir honrado por los suyos, aplaudido por sus oyentes y agradecido por todos los tolimenses.

Antes de que mi camino se acabe, dejo este tributo de gratitud en la orilla del sendero.

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