Un Papa: con el mundo en la cabeza y los pies en la tierra

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Por: Aldrin García Balvin – Director de Totus Noticias

Mientras la Iglesia se prepara para uno de los momentos más trascendentales de su historia reciente —el Cónclave—, la pregunta sobre el perfil del nuevo Pontífice resuena en el corazón de millones de fieles en todo el mundo. ¿Qué tipo de Papa necesita hoy la Iglesia? ¿Qué clase de pastor puede sostener el Evangelio con una mano y abrazar el dolor del mundo con la otra?

No necesitamos un Papa de escritorio ni un tecnócrata de lo sagrado. El mundo necesita un Papa que tenga el mundo en la cabeza y los pies firmes en la tierra. Un líder que comprenda los desafíos de cada continente, que conozca las heridas abiertas en África, las tensiones culturales de Europa, el grito migrante de América, las persecuciones religiosas en Asia, el hambre de paz en Medio Oriente y el secularismo que enfría la fe en tantos corazones.

Pero no basta con que tenga el mundo en la cabeza. Ese Papa debe también tener el corazón en el Evangelio, y ser capaz de continuar el legado más profundo que nos deja Francisco: una Iglesia en salida, con olor a oveja, que sepa mirar a los pobres a los ojos y llamarlos por su nombre. Un Papa cercano, que abrace antes que juzgue, que escuche más de lo que habla, y que camine no delante ni detrás del pueblo, sino a su lado.

Necesitamos un sucesor de Pedro que entienda que la doctrina no está en conflicto con la compasión, y que el rigor de la verdad no debe alejarse de la ternura del Buen Pastor. Un Papa que sepa tender puentes y no levantar muros, como lo repitió Francisco hasta el último suspiro de su ministerio. Que no se enrede en las guerras ideológicas internas, sino que le recuerde al mundo que la Iglesia no es un campo de batalla entre “liberales”, y “conservadores”, sino la casa de todos.

En estos días, algunos sueñan con un Papa mediático, otros con un Papa que “devuelva las formas” o que “restaure la tradición”. Pero los símbolos no hacen al pastor. ¿Sería signo de cercanía ver a un nuevo Papa asomarse al balcón del Vaticano con capa de armiño y zapatos rojos? ¿O no hablaría eso de una ruptura con lo que Francisco nos enseñó con su humildad, su sencillez y su lenguaje de gestos?

La Iglesia necesita un Papa que hable con la voz de Cristo y camine con los pies descalzos de los que sufren. Que no gobierne desde el mármol, sino desde la misericordia. Que no sea prisionero de las encuestas ni de las corrientes políticas dentro del Vaticano, sino siervo del Evangelio, del pueblo y de la verdad.

Este momento no es solo histórico; es espiritual. El nuevo Papa que salga de este Cónclave marcará el rumbo de la Iglesia en una era digital, convulsionada, desconectada de Dios pero hambrienta de sentido. Por eso, los cardenales no están eligiendo un jefe, sino un pastor. No un influencer, sino un testigo. No un político, sino un santo.

Y nosotros, como pueblo creyente, no estamos llamados a hacer apuestas ni a lanzar especulaciones, sino a elevar nuestras oraciones. Que el Espíritu Santo los ilumine. Que no sea la estrategia, ni la popularidad, ni el cálculo humano el que incline la balanza, sino la gracia, el discernimiento y la obediencia a la voluntad de Dios.

La Iglesia necesita un Papa que mire al mundo, pero que no se pierda en él. Que lo entienda, que lo escuche, pero que no lo imite. Un Papa que, como Francisco, nos enseñe con su vida que aún es posible ser fieles al Evangelio y a la humanidad al mismo tiempo.

El Cónclave está a las puertas. Y con él, la esperanza. Que venga un Papa con el mundo enla cabeza, el corazón en Cristo y los pies bien puestos en la tierra.

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