Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
El presidente Petro, en fiel seguimiento de la metodología leninista, ha convocado para mañana al pueblo, a esa masa informe de seguidores a la que apelan todos los que se han creído conductores de multitudes. Lenin lo hizo en los preludios de la Revolución Bolchevique a principios del siglo XX, hasta que concretó el derrocamiento del zar.
Petro, mañana, estará a la cabeza de la manifestación, actuando en el ejercicio del poder como presidente electo por una mayoría de colombianos. En tal condición y circunstancias, lo único a lo que puede aspirar es al derrocamiento del Congreso de la República y a abrirle campo a un autogolpe. Pero, como no se atreve a hacerlo para evitar que lo declaren conspirador contra el orden constitucional que rige en Colombia, ha camuflado su algazara de mañana como un respaldo al rechazo que quiere conseguir frente a la determinación del Senado de no aceptar su propuesta de reforma laboral.
Obviamente, lo que también busca mañana es medirle el aceite al apoyo que pudiera recibir si insiste en la tal consulta, de la que ni siquiera se sabe qué va a preguntar. Como advierte que sus opositores, agrupados como “derecha” por la prensa pautada por su régimen, son tan brutos que andan convocando en las redes un paro nacional para el lunes de Pascua, cuando todos están volviendo de la Semana Santa, Petro ya les tomó ventaja.
Mañana, tal vez, no le funcione la máquina de antaño. Los maestros se sienten vejados porque les arrebató el buen sistema de salud del que gozaban. Millones de usuarios de las perseguidas EPS están cansados de hacer cola para conseguir sus medicamentos, como antes de que le diera la pataleta por acabar con el sistema. Las carreteras a cargo de Invías dejaron de ser mantenidas, pero siguen cobrando peajes. El gas hubo de importarlo porque prohibió su exploración.
El pueblo lo sabe, porque el país se ha ido derrumbando mientras descubre más y más robagallinas que le ayudan a gobernar.
Tal vez mañana…