Tres días antes de su polémica toma de posesión, Nicolás Maduro ha intensificado su estrategia de control entregando fusiles de asalto Kalashnikov, de fabricación rusa, a miembros de la llamada Milicia Bolivariana. Este grupo, compuesto por civiles sin formación militar, juró lealtad al mandatario en un acto celebrado en el Palacio de Miraflores, en Caracas, este martes 7 de enero.
La entrega de armas ocurre en un contexto de alta tensión política, marcado por el llamado de la líder opositora María Corina Machado a realizar protestas masivas para reclamar la victoria electoral de Edmundo González Urrutia, quien asegura haber ganado las elecciones del 28 de febrero. Desde el exilio, González ha prometido regresar a Venezuela para asumir el poder, mientras que Maduro insiste en que su tercer mandato de seis años es legítimo.
Los llamados “colectivos” chavistas, grupos conocidos por su afinidad al régimen y su rol represivo, también han intensificado sus patrullajes en las principales ciudades del país. Según declaraciones del ministro de Interior, Diosdado Cabello, el gobierno aplicará «mano dura» contra cualquier intento de rebelión, dejando en claro que no tolerarán manifestaciones en su contra.
El mismo día de la entrega de los rifles Kalashnikov, agentes del régimen detuvieron a Rafael Tudares, yerno de Edmundo González, frente a sus dos hijos mientras los llevaba a la escuela. Este acto se suma a las crecientes denuncias de persecución política en Venezuela, que incluyen hostigamientos a familiares de opositores y detenciones arbitrarias.
La decisión de distribuir armamento a civiles ha generado preocupación en la comunidad internacional, que teme un incremento de la violencia y la represión contra quienes cuestionan el régimen de Maduro. La oposición venezolana ha señalado que este tipo de acciones busca intimidar a los ciudadanos y silenciar las crecientes demandas de justicia y democracia en el país.
Con la fecha de la toma de posesión acercándose, Venezuela vive un momento crítico de incertidumbre y división, mientras las calles reflejan la tensión entre un régimen que busca consolidar su poder y un pueblo que clama por un cambio.