Por: Aldrin García – Director de Totus Noticias
En Medellín hoy arranca uno de esos meses que le suben el ritmo al corazón hasta al más calmado. Cuatro clásicos: dos de cuadrangulares y dos de Copa. Cuatro partidos donde la ciudad se parte en dos, donde los colores pesan más que la lógica y donde el alma se nos va detrás de una pelota. Así somos los paisas: intensos, pasionales, orgullosos de los nuestros. Medellín y Nacional moviendo emociones, conversaciones, trinos, indirectas, memes y hasta las pullas que uno lanza con cariño… o con la picante malicia que nos caracteriza.
Pero en medio de todo ese fuego cruzado, hay algo que vale la pena recordar antes de que la pelota ruede y el grito se haga inevitable: en esta tierra casi siempre tenemos al ladito a alguien del equipo contrario. El primo que grita por el Verde, el parcero que sangra por el Rojo, la novia que madruga a ponerse la camiseta rival, o el vecino que arma el asado solo si su equipo gana. Así ha sido siempre. Hoy te toca reír… y mañana, quién sabe, te toca aguantar.
Porque eso es el fútbol: emoción, rivalidad, adrenalina… pero nunca guerra.
Lo esencial no cambia, y no debería cambiar jamás:
La vida vale más que cualquier escudo.
La vida vale más que cualquier camiseta.
La vida siempre va primero.
De nada sirve un clásico si termina manchado por la violencia de unos pocos. No tiene explicación que alguien quiera hacerle daño a otro solo porque ama un color distinto. No somos enemigos. Somos vecinos, compañeros de trabajo, panas de toda la vida, familiares que comparten mesa, historias y hasta lágrimas por cosas mucho más grandes que un marcador.
Medellín y Antioquia son una sola.
Un solo territorio, una sola cultura, un mismo orgullo, aunque lo vivamos con camisetas diferentes.
Que gane el que mejor juegue, el que la luche y el que haga vibrar a su hinchada. Pero que celebremos sin destruir, sin atacar, sin dejar un dolor donde debería haber alegría. Que entendamos, de una buena vez, la verdad más sencilla y más gigante:
Un clásico se juega.
La vida se cuida.
Siempre.
Y cuando termine el partido, cuando se apaguen los gritos y los estadios se calmen, seguiremos siendo lo mismo que hemos sido toda la vida: gente buena, trabajadora, paisas hechos de verraquera y corazón.
Que venga el mes bravo.
Que ruede el balón.
Que vibren Medellín y Nacional…
Pero que la fiesta sea de todos y en paz.














