Trump y Musk quieren meter la mano en el próximo Cónclave 

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Por: Guillermo Mejía Mejía 

El 20 de julio de 1.903, a la 4 de la tarde, murió en Roma, a la edad de 92 años, el Papa León XIII. Once días después, el 1 de agosto, se inició el Cónclave para sucederlo y, de inmediato, surgieron dos candidatos que encarnaban posiciones políticas diametralmente opuestas, en torno a la cercanía o alejamiento de las potencias mundiales de la época, especialmente a los gobiernos de Francia, Austria, Alemania, España e Italia. Los cardenales franceses, acompañados de los españoles, se inclinaban por el cardenal Mariano Rampolla del Tíndaro, secretario de Estado de León XIII, y otro grupo de cardenales, desafectos de ese pontificado, propugnaban por el cardenal Luigi Oreglia di Santo Stefano, Camarlengo de la Santa Sede, que tiene entre otras funciones la administración de los bienes de la Iglesia. Pero la avanzada edad de este último hizo fracasar su nominación que fue asumida por el cardenal Gotti, Prefecto de Propaganda.  

Hace 122 años, la situación para suceder a un Pontífice católico era igual a la que se presenta hoy con el pontificado de Francisco. En esa época, un sector de la Iglesia consideraba el legado de León XIII como de corte “liberal” pues se había distanciado de su antecesor Pio IX, el último con poder temporal, incluyendo ejército, sobre los Estados Pontificios, de corte “conservador”, quien elevó a dogma la infalibilidad papal en el Concilio Vaticano I, que él presidió.   

Desde el primer escrutinio, Rampolla obtuvo 24 sufragios de los 62 cardenales votantes, mientras que Gotti solo 17. Por la tarde de ese mismo día, en una segunda votación, Rampolla obtuvo 29 papeletas a su favor. Y aquí fue cuando se produjo el último de los vetos de un gobierno extranjero a un nominado a Pontífice pues el emperador austriaco, Francisco José I, le impuso el jus exclusivae a este aspirante mayoritario, una forma de oposición que hasta ese entonces se admitía en una escogencia del máximo jerarca de la Iglesia.  

Otro grupo de cardenales electores que se pudiera decir estaban en el “centro” de esta velada polémica, comenzaron una campaña para elegir un participante alejado de la intrigas vaticanas, que se destacaba por su lejanía de la política internacional, de origen humilde, hijo de cartero y costurera, un alma piadosa reconocida por los feligreses donde tuvo la oportunidad de ejercer su sacerdocio como coadjutor de un pueblo y su episcopado en Mantua: el cardenal José Sarto, Patriarca de Venecia, quien a pesar de sus protestas, por considerarse indigno del cargo, obtuvo en la tercera votación 24 votos, en la cuarta 35 y en la quinta 50. El elegido tomó el nombre de Pio X.   

El 20 de enero de 1.904, Pio X expidió la constitución Commissum nobis, cuyo propósito fue condenar e impedir que, en adelante, cualquier autoridad civil, por poderosa que sea, se oponga a la selección de cualquier candidato que no goce de las simpatías de alguna corona o gobierno. 

El pontificado de Francisco no ha sido del agrado de algunos sectores de la Iglesia que le han cuestionado documentos y declaraciones y que inclusive las han catalogado de heréticas.  Pero la realidad es que la mayoría de los cardenales electores-de 140 menores de 80 años, 110 fueron creados por Bergoglio- se supone que pertenecen a su misma cuerda social, filosófica y teológica. 

Pero es de esperarse, frente a la edad y a la delicada salud de Francisco, que esté cerca una elección, por muerte o renuncia, y que Trump y Musk busquen un prelado afecto a sus intereses, que no se oponga al muro con México ni a las deportaciones masivas. La carta del Pontífice a los obispos norteamericanos causó mucha molestia en la Casa Blanca que ocasionó una violenta declaración de Tom Homan, el zar de las deportaciones, quien le contestó que “se ocupara de arreglar la ya problemática iglesia”.

Ya Elon Musk intervino en las elecciones alemanas en favor de una candidatura de extrema derecha y no vacilará en hacer los mismo con los cardenales americanos y con otros de distintas nacionalidades que ven en Trump una bendición de Dios. 

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