Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
Los colombianos podemos concluir hoy que nuestro presidente nos hizo visible desde Nueva York, al mostrar que aspira a ser reconocido como la cabeza no solo de la izquierda latinoamericana, sino también de la protesta unánime del resto del planeta contra el genocidio que israelíes y norteamericanos están realizando en Gaza.
Para ese acto, como para muchos de los que ha tenido al mando del país, Petro no pareció medir las consecuencias que soportaríamos quienes habitamos la nación que gobierna. Su espíritu camorrero y su convicción de revolucionario eterno lo catapultan a calificar con berraquera al emperador de Washington en la ONU, pero también lo precipitan a confundir espacios y olvidar dignidades con tal de asumir mundialmente el papel de heraldo de los adormecidos habitantes de la tierra, que no han sido capaces de protestar por la masacre de Gaza cometida por los israelíes y financiada y patrocinada por los norteamericanos.
Para ser camorrero se necesita tener una dosis de berraquera y otra tanto de suicida. Petro las combina bien, acercándose al peligro. En esta vez lo hizo con tanto riesgo que se le olvidó, con tal de coger la bocina en la mano, que estaba en una calle de Nueva York, territorio del imperio, y que el salvoconducto que USA brinda a los que vayan a la ONU no autoriza que el presidente de Colombia se pare como máximo idealista revolucionario en una esquina de Manhattan a pedirles a los soldados gringos que no le obedezcan al emperador y se declaren en rebelión.
En Colombia nadie es capaz hoy día de solicitarles lo mismo a soldados, policías y marinos para que no le obedezcan a Petro y lo lleven, por la fuerza de las armas constitucionales, a que lo juzguen el Congreso y la Corte Suprema por indignidad al arriesgar el futuro del país. Y, salvo Trump, en el mundo no hay otro mandatario de cualquier país que venga a Colombia a pedirles a las fuerzas armadas colombianas que no obedezcan a su presidente.
Nunca debe hacerse a otro lo que no se tolera que le hagan a uno.