EL ALCALDE QUE PERDIÓ EL OLFATO – Crónicas de Gardeazábal

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Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal

Desde cuando vi la encuesta de Guarumo y advertí que el alcalde Eder, el alcalde de Cali, va de culos, bajando cada vez más en favorabilidad de sus gobernados, me di a la tarea de revisar por qué los encuestados lo repelen de esa manera.

El resultado es uno y contundente: el alcalde Eder perdió el olfato político y ha cometido errores garrafales.

El primero de ellos, haber cedido a la presión de los socios del desprestigiado Club Campestre y decidirse a devolverles una milmillonada que Cali les habría dizque cobrado de más, después de que, truculentamente, sus influyentes socios consiguieran que ese recinto lo declararan patrimonio cultural. Ni era el momento ni la ley lo obligaba a hacer lo que otros alcaldes habían traspapelado.

El segundo, haberse dejado aconsejar de los jurídicos para que se pegara al pie de la letra de las normas tributarias nacionales y municipales y, dizque escapándose de la posibilidad de irse a la cárcel, aprobar una revaluación de los catastros de predios. Fue provocar no solo a los que no pueden pagar un predial tan alto, sino despertar los elefantes feudales de la casta vallecaucana, aterrados de que les descubrieran que han construido edificaciones costosas en lotes que antaño fueron de estratos 1 y 2 y nunca dejaron reclasificar.

El tercero fue comunicarnos, por medio de una estúpida campaña en redes, que ya existe un foco recolector de firmas para revocarle su mandato, provocando una anticampaña pública para que ningún ciudadano firme la petición de revocatoria.

Fueron tres errores políticos, no jurídicos ni legales. Fueron tres errores cometidos por falta de olfato político. Lo que se agrava porque, extrañamente, ha dejado la administración en manos de subsecretarios. Y, como si fuera poco, entregó las comunicaciones a un grupo de incapaces que se enlazan por WhatsApp y que, como están desconectados del gobernante, los coordina el poco lúcido exsenador Gabriel Velasco, quien es al final el que dizque decide cómo meter la pata.

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