Petro y sus aviones: cuando el discurso se estrella y la coherencia no despega

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Por: Aldrin García – Director Totus Noticias

Gustavo Petro ha perfeccionado un viejo truco de la política colombiana: convertir lo que ayer era un escándalo en una virtud, siempre y cuando el protagonista sea él mismo. Durante años acusó a Duque de querer gastar miles de millones en aviones “mientras los niños morían de hambre”, señalándolo de insensible, militarista e irresponsable. Hoy, sin que la situación del país haya mejorado, Petro firma una compra por 16,5 billones de pesos en aviones Saab Gripen, como si la pobreza se hubiese resuelto y la educación estuviera en su mejor momento.

El giro no es ideológico: es conveniente. Lo que antes era un “crimen social”, hoy es una “decisión estratégica”. Lo que antes era gastar en guerra, hoy es invertir en soberanía. La realidad no cambió; lo que cambió fue el dueño del plumero que firma el cheque. Ese es el verdadero avión que ha despegado en Colombia: el de la coherencia abandonando la pista.

Pero esta historia no se sostiene sin su personaje secundario favorito: Gustavo Bolívar, quien en tiempos de Duque calculaba públicamente cuánto sería la “comisión” de un contrato de 14 billones. Hoy, con los 16,5 billones del gobierno amigo, la indignación súbita desapareció. Ni un trino, ni una cifra, ni una sospecha. Las convicciones parecen haber quedado guardadas en la gaveta donde Bolívar guarda su calculadora.

Y la coincidencia más ruidosa es la geográfica. La compra se hace en Suecia, el mismo país donde —según reportes de la prensa sueca— la exesposa del presidente reside con un estilo de vida que cualquier colombiano promedio tardaría cinco vidas en costear. Petro la defiende diciendo que “ella no es como él”, pero la política no se analiza desde lo emocional, sino desde lo evidente: mientras Colombia se aprieta el cinturón, en Estocolmo se vive “sabroso”. Y ahora, además, Petro recibe un premio en ese mismo país.

Muchas coincidencias… Aviones con aparentes sobrecostos, la vida de millonaria de la exmujer de Petro en Suecia y ahora un premio para Petro en ese país. ¿Qué más habrá?

No se necesitan teorías conspirativas: basta observar cómo, una y otra vez, las decisiones del gobierno terminan alineándose con el país donde la vida personal del presidente también tiene un capítulo abierto. En política, las coincidencias repetidas dejan de ser coincidencias.

Para justificar el contrato, el Gobierno anuncia que la compra viene acompañada de “beneficios sociales”: paneles solares, agua para La Guajira, mejoras en infraestructura. Pero convertir obras sociales en accesorios de una compra militar revela la prioridad real: primero los aviones, luego los niños. Es exactamente lo contrario a lo que Petro predicaba cuando no estaba en el poder.

Mientras tanto, el país sigue viviendo lo que él prometió cambiar: escuelas sin maestros ni techos, jóvenes sin oportunidades, regiones sin agua potable y comunidades abandonadas. Pero ahora el Gobierno presume la llegada de cazas supersónicos como si fueran parte de un plan de desarrollo humano. Colombia necesitaba coherencia; recibió un hangar.

La pregunta que queda es simple: si la compra de aviones era un insulto cuando lo hacía Duque, ¿por qué no lo es ahora? Si antes la prioridad eran los niños, ¿qué cambió? ¿Por qué el discurso social solo es válido cuando se trata de criticar al adversario, pero desaparece cuando se trata de justificar los propios actos?

El verdadero problema no son los aviones.
Es el engaño.
Es la palabra que se traiciona.
Es la coherencia que se abandona para beneficiar el propio poder.

Porque los Gripen despegarán, sí.
Pero la credibilidad del gobierno, esa, hace rato se estrelló.

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