¿Por qué los colombianos adelantan la decoración navideña en sus hogares?

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En Colombia, las luces, árboles y guirnaldas suelen aparecer mucho antes de que diciembre llegue. Para muchos, esto es apenas una curiosidad anual; para otros, una exageración. Sin embargo, diversos análisis psicológicos sugieren que esta conducta va más allá de una simple preferencia decorativa: puede revelar emociones profundas, recuerdos de la infancia y hasta necesidades afectivas que no siempre se expresan abiertamente.

Expertos explican que adelantar la Navidad puede funcionar como un ancla emocional. El psicoanalista Steve McKeown señala que los adornos conectan directamente con memorias cálidas de la niñez, lo que permite extender por más tiempo esa sensación de seguridad y felicidad que muchos recuerdan de sus primeras celebraciones. Decorar semanas antes se convierte así en una manera de revivir, aunque sea simbólicamente, una etapa de la vida marcada por la ilusión y el asombro.

La psicóloga Carmen Harra destaca otro aspecto: el impacto que tienen las decoraciones en la percepción social. Según Harra, quienes buscan mayor validación externa podrían adelantar la ambientación navideña para recibir elogios, reconocimiento o admiración. La casa decorada se convierte entonces en un escenario donde se manifiestan deseos de aprobación, atención y cercanía.

Pero la explicación no siempre pasa por la nostalgia o el reconocimiento. Para algunas personas, adelantar la Navidad es un modo de cubrir silencios internos o de suavizar realidades difíciles. Crear un entorno festivo puede funcionar como un refugio emocional que permite sentir control, calma o esperanza en tiempos de incertidumbre. Decorar no cambia los problemas, pero sí transforma —aunque sea por un momento— la forma en que estos se enfrentan.

En la cultura colombiana, además, la Navidad no se vive exclusivamente en diciembre. La celebración del Día de las Velitas el 7 de diciembre abre oficialmente una época de unión y espiritualidad, y el deseo de prepararlo todo con tiempo refleja también la necesidad de compartir más, estar más cerca y crear ambientes propicios para la reunión familiar. Lo “temprano” deja de ser un exceso y se convierte en un símbolo de anticipación afectiva.

Mientras algunos ven en los adornos tempranos una moda, para miles de familias esta práctica dice mucho sobre lo que sienten, lo que recuerdan y lo que esperan del fin de año. En un país donde la tradición, la fe y la familia siguen siendo pilares culturales, encender las luces antes de tiempo puede ser, en el fondo, un acto profundamente humano: una forma de iluminar las emociones que cada quien lleva por dentro.

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