“A mí me gusta desnudarme”

TotusNoticias

Por: Aldrin García – Director Totus Noticias

Estamos cayendo, los colombianos —y también los medios—, en el viejo y calculado juego del protagonismo de Gustavo Petro. Cada semana, el presidente suelta una frase como carnada, y allá vamos todos, indignados o fascinados, a debatir sobre ella. Esta vez fue: “A mí me gusta desnudarme.”

Y claro, los titulares estallaron, los tuiteros ardieron, y los noticieros se frotaron las manos. Petro lo sabe: en el país del escándalo express, no hay mejor estrategia de poder que ser tendencia, aunque sea por un disparate. Su comunicación es una puesta en escena permanente: mezcla de narcisismo, cálculo y necesidad de mantener el foco sobre sí mismo.

Petro domina como pocos el arte de la distracción. Mientras el país lidia con inflación, inseguridad y desempleo, él lanza frases que suenan a provocación, y logra que todos los reflectores apunten a él. Lo que antes hacían los magos con humo y espejos, él lo hace con palabras y tweets.

“Me gusta desnudarme” no es una confesión: es una maniobra. Un nuevo capítulo de la política convertida en show, donde el gobernante no busca gobernar, sino actuar. Lo que importa no es la decisión tomada, sino el impacto del titular. Lo que vale no es el resultado, sino el clip viral.

Su comunicación ya no pretende convencer: pretende mantener la conversación girando en torno a él. En esa lógica, no hay espacio para la autocrítica, ni para el silencio. Hay que decir algo, cualquier cosa, con tal de seguir ocupando la primera línea del debate público.

Gustavo Petro ya no habla como un jefe de Estado, sino como un influencer político. Vive de los “me gusta”, de las tendencias, de la emoción inmediata. Cada frase está pensada para agitar, dividir o provocar.
Su estrategia no es informar, sino incendiar; no es comunicar, sino dominar la conversación.

Y los medios, tristemente, entran al juego. Caen en la trampa de reproducir cada salida de tono, cada ironía, cada “metáfora de desnudez” como si fuera doctrina. Se convierten en amplificadores de un mensaje que no informa, sino confunde.

Mientras tanto, los temas que realmente importan —la crisis energética, los homicidios, la educación, la corrupción— quedan relegados al fondo del noticiero. Porque claro, es más rentable titular “A mí me gusta desnudarme” que “El país se sigue empobreciendo”.

Petro ha entendido algo que muchos subestiman: en la era digital, el poder no se ejerce desde los decretos, sino desde los titulares.
Por eso su gobierno parece más un reality que una presidencia. Y cada semana hay un capítulo nuevo: el viaje polémico, el trino incendiario, el discurso retador.

Todo es una estrategia de distracción perfectamente orquestada. Cuando la presión política aumenta, lanza una frase absurda que capta la atención y borra los problemas reales de su agenda.
Y como país, caemos una y otra vez.

En el fondo, la frase “A mí me gusta desnudarme” no dice nada nuevo: Colombia ya está desnuda. Desnuda de confianza, de liderazgo serio, de instituciones sólidas.
Mientras Petro se exhibe en su teatro verbal, el país se desviste de esperanza.

Su forma de comunicar no busca unir ni construir, sino marcar territorio emocional. Provoca a sus críticos, seduce a sus seguidores y confunde al resto. Todo bajo el lema de un líder que necesita estar en el centro, incluso si el país está al borde del abismo.

No, presidente: no nos interesa si le gusta o no desnudarse. Nos interesa que vista de resultados, que cubra al país de certezas, no de frases.
Porque en la política del espectáculo, los aplausos duran un minuto, pero las consecuencias se sienten años.

Y mientras seguimos repitiendo su última ocurrencia, Petro sonríe desde el centro del escenario: protagonista absoluto de un país que aún no aprende a cambiar de canal.

Comparte este artículo