En la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, celebrada en la Basílica de San Pedro, el Papa León XIV ofreció un mensaje de profunda reflexión sobre los desafíos actuales que enfrenta la Iglesia. Reconociendo a los dos apóstoles como pilares fundamentales de la fe cristiana y patronos de la ciudad de Roma, el Pontífice destacó la necesidad de no caer en «esquemas pastorales que se repiten sin renovarse», advirtiendo sobre el riesgo de que la Iglesia pierda su vitalidad y dinamismo.
Durante la misa, en la que impuso el palio a 54 nuevos arzobispos metropolitanos, León XIV subrayó que la comunión eclesial debe basarse en la unidad que surge del respeto por la diversidad. Recordó que, a pesar de las diferencias que existieron entre Pedro y Pablo, ambos apóstoles vivieron en armonía y concordia, enseñándonos que «la comunión a la que el Señor nos llama es una armonía de voces y rostros, no anula la libertad de cada uno». Esta reflexión resaltó la importancia de aceptar la diversidad dentro de la Iglesia, sin que ello signifique una pérdida de unidad.
El Papa instó a los arzobispos presentes a buscar «caminos nuevos para la evangelización», respondiendo a las preguntas y problemas planteados por las comunidades de fieles. En este contexto, hizo un llamado a los líderes eclesiásticos para que no caigan en la rutina ni en el ritualismo, sino que se mantengan abiertos al cambio y a la renovación, siguiendo el ejemplo de los dos grandes apóstoles.
A lo largo de su homilía, León XIV también invitó a los miembros de la Iglesia a cuestionarse sobre la vitalidad de su fe. Advirtió que la fe no debe convertirse en una herencia estática del pasado, sino que debe vivir y renovarse constantemente, preguntándose: «¿quién es hoy para nosotros Jesucristo?» Esta reflexión, basada en las enseñanzas del Papa Francisco, subrayó la importancia de evitar una fe «cansada» y «estática», llamando a un renovado compromiso con el Evangelio y la misión evangelizadora de la Iglesia.
El Papa también hizo un fuerte llamado a la fraternidad y la reconciliación dentro de la Iglesia, destacando que el fortalecimiento de las relaciones entre laicos, presbíteros, obispos y el Papa es esencial para lograr una comunión auténtica. Insistió en que la unidad en la diversidad debe ser un objetivo primordial, y que las diferencias no deben ser un obstáculo, sino una fuente de enriquecimiento mutuo. Además, señaló que este proceso de unidad también debe extenderse al diálogo ecuménico y a las relaciones con el mundo, invitando a la Iglesia a mantener una actitud abierta y amistosa hacia otras tradiciones.
Al concluir la celebración, el Papa se dirigió a la tumba de San Pedro para rendir homenaje al apóstol, un acto que también simbolizó la conexión profunda entre la Iglesia universal y el Papa, sucesor de Pedro. Esta Solemnidad, además, tuvo un importante trasfondo ecuménico, al contar con la presencia del Metropolita Emmanuel de Calcedonia, quien representó al Patriarcado Ecuménico de Constantinopla.
El mensaje del Papa León XIV en esta Solemnidad resalta la necesidad de una Iglesia dinámica y renovada, dispuesta a enfrentar los desafíos del presente sin perder su unidad esencial. En un mundo cada vez más polarizado, el llamado a vivir la «comunión en la diversidad» se presenta como una invitación urgente a trabajar por una Iglesia inclusiva, abierta y comprometida con la misión de anunciar el Evangelio en todos los rincones del mundo.