Durante la cumbre “Democracia Siempre” en Santiago de Chile, el presidente Gustavo Petro ofreció una revelación sobre los orígenes de su llegada al poder: aseguró que el estallido social de 2021, con la participación activa de lo que se conoció como la primera línea, fue decisivo para impulsar su ascenso a la Presidencia de Colombia. Durante el foro con líderes progresistas como Boric, Lula, Orsi y Sánchez, Petro habló sin reservas sobre ese contexto que transformó la política nacional.
Petro sostuvo que la protesta ciudadana emergió como una fuerza impulsora: “Resultaron saliendo en multitudes… haciéndose matar literalmente. ¿Por qué? Por dignidad”. Resaltó que el estallido no fue una lucha tradicional de clases, sino un conflicto entre “la codicia y la vida”, donde el deseo de vivir empujó el cambio social y político, lo cual lo llevó a la Casa de Nariño.
El mandatario contextualizó que muchos jóvenes fueron encarcelados o muertos, pero su sacrificio abrió el camino para una transformación política profunda: “Gracias a eso… es que yo me volví presidente”. Con ello, revaloró el rol de la juventud popular en procesos de cambio estructural en sociedades históricamente marcadas por la oligarquía.
Petro también subrayó que el estallido no habría generado un cambio real sin que emergiera una conciencia colectiva: “Una especie de lucha por la vida empezó a ocupar el espacio de lo que antes habíamos llamado una lucha de clases”. Ese flujo de movilización se convirtió en fuerza electoral, transformando el sistema político colombiano.
La cumbre en Chile reunió a importantes mandatarios de izquierda, tales como Gabriel Boric de Chile, Pedro Sánchez de España, Lula da Silva de Brasil y Yamandú Orsi de Uruguay, en torno a agendas progresistas regionales. El discurso de Petro dio nueva visibilidad al impacto del estallido social colombiano dentro de esa narrativa global por la democracia y la equidad.
La sinceridad de Petro sobre su vínculo con el estallido social plantea preguntas clave sobre legitimidad política y estrategia electoral. En la contienda por la credibilidad democrática, destaca la tensión entre valorar legítimas expresiones ciudadanas y responder a las consecuencias del vandalismo y las condenas judiciales que sufrieron miembros de la primera línea.
Como eje central de propuesta progresista en América Latina, su discurso subraya que solo en presencia de movilización ciudadana auténtica fue posible forjar cambios estructurales en Colombia. Este reconocimiento añade complejidad al debate sobre los límites de la protesta y la construcción de una gobernabilidad más inclusiva.