Por: Aldrin García Balvin – Director de Totus Noticias
Mientras el mundo celebraba un histórico acuerdo de paz en Gaza, Gustavo Petro decidió poner el foco sobre sí mismo otra vez. Ayer anunció en Twitter que demandará a Estados Unidos por haberle violado su inmunidad en la ONU. Lo curioso es que admitió que no tiene plata para hacerlo. Imaginen ese duelo épico: el presidente de Colombia enfrentándose al país más poderoso… sin presupuesto. ¿Tragedia o telenovela?
Hoy se quejó de que Donald Trump lo vetó para asistir a la firma del acuerdo en Gaza. Mientras los grandes líderes se unían para la paz, Petro se quedó en la red, retuiteando, denunciando y, claro, buscando protagonismo como un actor secundario desesperado por salir en escena.
Como si fuera poco, este mismo día anunció que ya empezó a hablar con el Clan del Golfo, con Qatar como mediador, y ahora tambien quiere, reiniciar los diálogos con el ELN. Sí, lo que la gente común cree que es un asunto complejo y serio, para él es un asunto de tuits rápidos y mensajes por intermediarios de Medio Oriente. Sin plan ni contexto, una frase llena de buenas intenciones pero poca seriedad real.
Mientras el mundo hablaba de la paz en Gaza, Petro quiso hacerse notar con su mezcla de mensajes sobre grupos armados, mediadores y críticas globales, como quien busca a toda costa parecer el “mesías” de la paz mundial. Es su forma de decir: “Si no puedo lograr la paz en Colombia, al menos quiero que me vean como el pacificador del planeta.”
Lo irónico es que mientras el mismo Trump, que supuestamente le hizo veto, resulta clave en los acuerdos de Medio Oriente, Petro se queda con un montón de discursos grandilocuentes, denuncias digitales y gestos diplomáticos que no mueven el aguja en Colombia. Porque esa paz que prometió acabar en tres meses con el ELN lleva ya casi cuatro años.
En esta obra de teatro llamada diplomacia petrista, cada exclusión se vuelve una tragedia personal: si no lo invitan, dice que lo vetaron; si lo critican, que lo atacan; si lo ignoran, inventa un complot. No le importa gobernar ni solucionar problemas, lo que quiere es aparecer. Su legado no serán hechos, sino discursos y fotos manipuladas para seducir a sus seguidores.
Mientras Petro se ocupa en buscar titulares internacionales, en Colombia seguimos con hambre, violencia y desempleo. Los problemas reales están ahí, esperando, pero parecen no captar su atención tanto como el brillo de un buen tuit o una foto viral.
La verdad es que la envidia pesa, y mucho. Petro sabe que donde se habla de “paz” es donde puede hacer su show y seguir buscando ese premio Nobel que sueña (el que segun su fiel arfil Daniel Quintero, se merecia). En esa carrera desesperada, parece estar dispuesto a dar hasta su último trino, aunque a su país le vaya peor.
Al final, lo que Gustavo Petro quiere no es paz de verdad, sino “paz para su imagen”. Busca ser el protagonista en cada escenario donde se hable de reconciliación, y así mantener su relato vivo, aunque Colombia se quede viendo cómo pasan los días sin soluciones reales.