El fotógrafo Francesco Sforza se retira tras 48 años retratando a los Papas y la historia del Vaticano

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El fotógrafo Francesco Sforza se retira tras 48 años de servicio al Vaticano, donde documentó pontificados desde Pablo VI hasta León XIV, y dejó una huella visual irrepetible del ministerio petrino.
Desde su puesto en el servicio fotográfico de L’Osservatore Romano —actualmente integrado en Vatican Media—, Sforza combinó profesionalismo, discreción y una mirada al servicio de la comunión eclesial. Su labor fue reconocida por el prefecto del Dicasterio para la Comunicación, quien destacó que convirtió su cámara “en un instrumento de comunión” y que enseñó al mundo “a ver la belleza de la Iglesia”.

Sforza comenzó su trayectoria como ayudante de Arturo Mari, histórico fotógrafo pontificio por más de cincuenta años, quien al retirarse en 2007 le dejó el relevo. Desde entonces, Sforza se ubicó con naturalidad en la escena vaticana: dondequiera que estaba el Papa, allí estaba él; antes incluso que el Papa, silencioso, sonriente y siempre presente.

Durante sus décadas de labor, Sforza captó instantes que hoy forman parte del imaginario colectivo: imágenes de los viajes papales, del saludo con los detenidos, de la visita de niños y refugiados, de la anciana en Panamá que sostenía un cartel que decía: “También nosotros sabemos hacer ruido”. Fue un testigo silencioso que ofreció al mundo la mirada del Sucesor de Pedro y del pueblo que lo encuentra.

Sforza en la Plaza de San Pedro para la Audiencia General del Santo Padre. (@Vatican Media)

La profesión para él fue entendida como una vocación. En una ocasión expresó: “El fotógrafo es un artesano que pone las manos, los ojos, pero sobre todo el corazón” al referirse no solo a su trabajo en el Vaticano, sino a gestos concretos como regalar una cámara usada a un exsintecho para que también él expresara su mirada.

Al jubilarse, deja el testigo a Simone Risoluti, y con ello una parte de la historia visual de la Iglesia. Su archivo —miles de imágenes sin firmar— ya trasciende lo documental para convertirse en legado. En tiempos de sobreexposición mediática, él eligió retraerse. Y sin embargo fue imposible no notarlo: su presencia fue señal de que algo relevante iba a suceder.

La trascendencia de su obra radica en que logra hacer visible lo invisible: la cercanía, el encuentro, la mirada compartida. Y en un mundo saturado de imágenes, su trabajo resalta por lo que no dice, por lo que muestra sin altavoz, por lo que permanece. En su jubilación, la Iglesia católica y los medios del mundo pierden a un testigo excepcional, pero el legado permanece: cientos de miles de fotografías que narran una historia de servicio con rostro humano, y que invitan a contemplar la belleza del ministerio petrino más allá del protagonismo.

Francesco Sforza en servicio con el Papa Francisco. (VATICAN MEDIA Divisione Foto)

Gracias, Francesco

Hoy que Francesco se jubila, creo que todos le debemos un “gracias”.

Gracias, Francesco, por cada disparo, por cada instante captado, por tus pocas palabras y tus grandes sonrisas. Por mostrarnos que la buena comunicación no es la que hace ruido, sino la que sabe ver, incluso en el silencio, el sentido de la historia y la grandeza de la fe.

Gracias por enseñarle al mundo a ver la belleza de la Iglesia, su misericordia, su esperanza. Gracias por cada foto que se convirtió en oración.

Sé que al escribir estas palabras traiciono tu discreción, pero confío en tu comprensión.

Buena vida, Francesco.
Con tu cámara al hombro, sigue contando todo lo bello que aún existe en el mundo.

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