Por: Aldrin García – Director Totus Noticias
Hay quienes aún creen que para llegar al poder se necesita un plan de gobierno. ¡Qué ingenuos! En la Colombia de hoy, basta con un buen adjetivo, un filtro de Instagram y una lavadora en oferta. Lo demás, que lo resuelvan los likes. Porque mientras el pueblo espera soluciones, los candidatos compiten por viralizar el eslogan más emotivo. Y ahí, justo ahí, empieza esta tragicomedia en la que el país se seduce con hashtags y se conquista con trinos.
En Colombia ya no se hace política con propuestas, sino con efectos especiales. Ya no importan los planes, las cifras o los resultados. Hoy lo que vale es el adjetivo poderoso, el video viral, el eslogan que parezca revolucionario aunque no diga nada. Y en ese mundo donde la forma sepultó al fondo, Daniel Quintero es el nuevo rey absoluto del show. Es el “supuesto influencer político” que, en vez de gobernar, graba historias. En vez de sustantivos como educación, salud o empleo, él prefiere el «reset», “justicia”, “libertad”, “dignidad”… aunque no explique de qué se tratan ni cómo se logran.
Hace unas semanas, lanzó su propuesta estrella, bueno viral: repartir cuatro millones de lavadoras. No dijo cuánto cuesta, ni quién las fabrica, ni qué hacer en zonas sin agua o luz, pero sí aseguró que eso es “justicia para las mujeres”. Y listo. Con eso bastó para que sus seguidores aplaudieran, los tiktokers lo defendieran y los medios lo cubrieran. Puro adjetivo bien maquillado. ¿La propuesta? Un electrodoméstico. ¿La solución? Un video de Instagram. ¿El análisis? Que viva la revolución… en ciclos de lavado.
Pero eso no es todo. Porque Daniel, en su rol de actor principal de esta tragicomedia, también se disfrazó de patriota y fue a clavar la bandera en una isla en disputa con Perú. ¿Diplomacia? No. ¿Legalidad? Tampoco. ¿Producción audiovisual? De primera. Lo importante no es resolver el conflicto, sino generar el contenido. Para Quintero, los problemas del país se solucionan con un trípode, un dron y una buena edición en Premiere o en CapCut.
Y como buen alumno del petrismo, aprendió que la mejor estrategia es pelear con todo el mundo. Con empresarios, con medios, con el Congreso, con el que le lleve la contraria. Gustavo Petro lo hacía en 2022 y le funcionó. ¿Recuerdan? Criticaba las reformas de Duque, armaba marchas por cada impuesto, defendía al pueblo desde la tarima, activo su primera linea. Hoy, en cambio, ha propuesto reformas más agresivas, ha subido la gasolina (la que los pobres no usan), ha espantado la inversión (capitalismo), y nadie marcha. Bueno, sí: marchan los precios, para arriba. Pero eso sí, con mucho “progresismo” y discursos sobre “la transformación de Colombia”.
El problema no es que hagan reformas. El problema es que antes las odiaban con megáfono, hastag, protestas y ahora las aplauden con aplausómetro, bodegas e influencers. El mismo Daniel Quintero que decía que el sistema estaba podrido, hoy pide constituyente para cerrarlo, resetearlo, pero no para cambiarlo y mejorarlo, sino para quedarse. Porque claro, si la propuesta no te favorece, la solución es quemar el tablero y volver a lanzar los dados. Así es más fácil que proponer algo coherente.
Y mientras tanto, el pueblo, ese que ellos juraban defender, paga los platos rotos. Literalmente. Porque la lavadora prometida en Medellín no llegó, pero la factura de la luz sí. El arroz está por las nubes, el transporte se volvió un lujo (de cuatro puertas), y las soluciones reales brillan por su ausencia. Pero eso sí: cada dia, cada semana hay un video nuevo, una pelea distinta, un trending topic garantizado, un freepress que lo pone en el radar (previo a la consulta del Pacto Historico). Lo que no hay es solución para el hambre, ni para la inseguridad, ni para la salud. Eso no da likes.
Hoy estamos viviendo una política de filtros. Donde los problemas del país se maquillan con frases bonitas y se editan con una banda sonora épica. Hoy donde el presidente quiere ser mártir y Daniel Quintero su continuidad, su escudero digital, influencer. Donde los adjetivos sustituyen a los sustantivos, y las redes sustituyen las soluciones. Y mientras seguimos atrapados en este teatro electoral de «bajo presupuesto», los problemas de fondo siguen creciendo… sin un solo video que los resuelva.