Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
Muchos de los compatriotas que van a salir a marchar mañana en apoyo de Uribe, luego de haber sido condenado por una juez de reparto a 12 años de prisión domiciliaria, seguramente están convencidos o quizás arrepentidos de que su caso sea excepcional, porque no todos los días llevan a un expresidente a prisión. Probablemente el fallo de la juez, que ahora revisará el Tribunal, lo convierta en un caso más particular por sus consecuencias. Pero, haciendo cuentas, hay por lo menos 10 expresidentes que se encuentran en la misma condición en los actuales momentos, lo que no deja de ser muy significativo o arriesga a convertirse en una moda irreverente, porque la dignidad presidencial no puede haberse reducido tanto en los muchos años de historia fresca del mundo.
La revisión de esos expresidentes que pagan cárcel o prisión domiciliaria comenzaría con la antigua mandataria de la Argentina, viuda de otro expresidente, la señora Cristina Fernández de Kirchner. Seguiría con la tanda de los tres peruanos encarcelados: PPK, Pedro Castillo y Ollanta Humala, lo que sí es un caso único. Pero también, en ese selecto grupo de mandatarios presidenciales caídos en desgracia, entrarían desde los no encarcelados, pero sí condenados o con orden de arresto, como Yanukovich, el de Ucrania, y Martinelli, el de Panamá. O los que han ido y han vuelto de su reclusión, como Zuma, el de Sudáfrica; Collor de Mello, en Brasil; o el mismo Lula, que pasó por las tres etapas y hoy gobierna a su país nuevamente, luego de ser condenado, de pagar cárcel y de ser liberado.
Y también, en esa misma calificación, el señor Razak de Malasia, o el otrora venerado y respetado presidente de Francia, el señor Sarkozy, o el recién llegado a la categoría, el expresidente brasileño Bolsonaro, apoyado férreamente por Trump, pero a quien ayer le quitaron los celulares, le incrustaron un anillo de tobillo y tiene bramando a sus seguidores, como mañana lo harán, con todo derecho, los fanáticos de Uribe.
