La política no es mala… lo malo es que no aprendemos (ni recordamos)

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Por: Aldrin García Balvin – Director de Totus Noticias

La política no es mala. Lo que pasa es que la hemos dejado en malas manos… y para rematar, tenemos memoria de pescado. Sí, porque el verdadero drama nacional no es solo que nos gobiernen unos cuantos descarados, sino que los elegimos con entusiasmo… y lo peor: ¡los volvemos a elegir con amnesia!

Aquí la política debería ser el arte de servir. Pero se volvió el arte de servirse. Y no de los ciudadanos, claro, sino del presupuesto. Porque lo cierto es que cuando se reparten contratos, puestos, notarías y embajadas, se les olvida la patria, el pueblo y hasta la Biblia que juraron respetar. Eso sí, cuando llegan las elecciones, se acuerdan de todo: del nombre del perro del barrio, del color de la camiseta del equipo local y de que alguna vez caminaron por esa vereda (aunque haya sido en helicóptero).

Pero el problema no es solo de ellos. También es de nosotros, que tenemos una preocupante habilidad para olvidar lo que no nos conviene recordar. Se nos olvida quién se robó el fondo de la salud, quién nombró a su primo como director de la oficina anticorrupción, quién prometió bajar el IVA y terminó subiéndonos hasta el recibo del agua. Y ahí vamos, cada cuatro años, como si nada hubiera pasado, como si la política fuera una aplicación que se reinicia con solo cambiar de celular.

Y sí, la política no es mala. Lo malo es que nos acostumbramos a celebrar que un político no robe “tanto”. Que otro por lo menos “no insulta” o que “al menos da la cara” (aunque sea para mentir). Nos volvimos tan indulgentes, que si un congresista asiste a las sesiones ya lo queremos canonizar.

Y ni hablar del famoso “cambio”. ¡Ah, el cambio! Ese que venía a acabar con los corruptos, pero terminó abrazando a los mismos de siempre: a Roy Barreras, Armando Benedetti, al primo del primo del jefe de gabinete. Puro reciclaje de políticos tradicionales, camaleones profesionales que ayer eran enemigos jurados del progresismo y hoy se pintan de alternativos con solo cambiar de eslogan.
¿Cambio? Lo único que cambió fue el color del afiche. Porque la repartija, la mermelada y la doble moral siguen intactas.

Y claro, cuando llega alguien con discurso bonito, eslogan pegajoso y equipo de redes, se nos va el alma por los ojos. Le creemos porque sale en TikTok, porque dice que es del pueblo, porque se toma la sopita con la abuela de la esquina. Luego llegan al poder, se suben al avión presidencial, y ahí sí: nos dejan con el tinto frío, la EPS colapsada y las promesas olvidadas.

Pero lo más grave no es que mientan. Es que nos volvemos a tragar el cuento. Es que pasamos del “¡nunca más!” al “bueno, toca darle otra oportunidad”. Y mientras tanto, los mismos de siempre siguen rotando: hoy son oposición, mañana gobierno, luego asesores, y después embajadores. Siempre reciclados. Nunca retirados.

La política no es mala. Lo que pasa es que necesita ciudadanos que recuerden. Que no se traguen el anzuelo con el mismo cebo. Que voten con memoria, no con rabia ni con emoticones. Porque mientras sigamos con memoria corta, ellos seguirán con manos largas.

Y ya sabe usted cómo termina eso: sin agua, sin salud, sin empleo… pero con campaña nueva cada cuatro años.

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