Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
La ultraderecha colombiana, que goza del infinito don de la torpeza, ha montado una carroza de infundios e infamias sobre la doctora Balanta, candidata a la Corte Constitucional, tratando de salvar la candidatura de un neto representante de esa clase política del departamento de Córdoba que, con sus vicios, abusos y picardías, ayudó a que la corrupción se apoderara a mordiscos de este país.
El último ejemplo de esa caterva cordobesa lo conocemos todos los colombianos, pues es de público conocimiento que la Corte Suprema le sigue un juicio al antiguo presidente de la Cámara de Representantes, quien se asoció con los robagallinas para esquilmar al pueblo colombiano.
El pánico de que el mercado persa que han montado con toldos, puestos y prebendas se les venga abajo los ha llevado a inventarle, con ayuda de las redes, cualidades y sesgos ideológicos que a la doctora Balanta, actual presidente del Tribunal de Buga, nunca se le han conocido.
No se han parado en pelitos en su desespero y hasta en boca de la gobernadora Dilliam han puesto frases que ella no ha dicho, porque sería como ofrecer su cabeza en bandeja a la Procuraduría.
Conozco a la doctora Balanta desde cuando era brillante estudiante de Derecho en la Universidad Central del Valle, en Tuluá. Pero como es negra, y ha recibido grados y doctorados adicionales en Colombia y en el exterior, y su neutralidad política y su templanza judicial son ampliamente reconocidas, le tienen que inventar lo que no es para atajarla en la votación que se llevará a efecto mañana en el Senado.
Dotada de una serenidad y una claridad conceptual sobre el Derecho, ha recorrido foros nacionales e internacionales haciendo gala de su sapiencia. Pero, como no hace parte de las tribus ultraderechistas manejadas por féminas sin votos, le caen encima para atajarla.
Ojalá el Senado no se deje influir por esos ululantes alepruces de la mal llamada derecha o de los emes arrepentidos, y voten por la claridad y la rectitud.
