Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
Cuando tuve, en 1987, el atrevimiento de romper el tabú que existía en la televisión colombiana evitando tratar el tema homosexual, pude hacerlo con éxito clamoroso gracias a Carlos Barbosa, fallecido el viernes pasado.
El Divino había sido un triunfo como narración, y en esa época —cuando se leían libros en todas las edades— la novela fue aplaudida y devorada por un país machista, pese a la manera como metafóricamente manejaba el tema gay alrededor de las fiestas del Divino Ecce Homo de Ricaurte.
Caracol tuvo la idea de llevarla a la pantalla porque, con otra de mis novelas exitosas, El bazar de los idiotas, Martha Bossio había logrado montar uno de sus grandes aciertos como libretista. Yo les advertí a las directivas de la cadena que, de hacerlo, había que bajarle tono metafórico a las escenas gay, pero sin perder ni el contexto pueblerino ni el humor encerrado.
Mientras conversábamos, a alguno de ellos se le ocurrió la idea de que el único que podía darle ese enfoque era el mismo autor, y me montaron en la vaca de orientar el libreto. Partí de la base de que la punta del iceberg de la vida gay en Colombia solo se veía en los pueblos con los peluqueros maricones, y que el trabajo era hacerlo humano, pero no grotesco, en el libreto y con un actor que lo entendiera sin caer en ridiculeces.
Ese fue Carlos Barbosa, y personificó a Eurípides para que Colombia lo entendiera cariñosamente y el tabú del tema se rompiera.
Cuando lo entrevisté, lo primero que le pregunté fue cómo tomaría su esposa que él representara a Eurípides, y me respondió que ella entendía perfectamente con quién estaba casado. Yo le di cuatro o cinco guías y él interpretó el rol a la maravilla.
Por eso, en todos los obituarios que se han escrito sobre su prolija vida como actor victorioso, se menciona El Divino. De eso han pasado 38 años, y cuando me comunicaron la noticia de su muerte, se me despertaron añoranzas y nostalgias para confundirse con el halo invisible que —no sé por qué— me ha rodeado cada que escribo.
