Gustavo Petro, presidente de Colombia, utilizó su cuenta en X la madrugada del 10 de septiembre de 2025 para lanzar un mensaje dirigido a Donald Trump, evocando un “estallido social mundial” y destacando una “revolución cultural” naciente en ciudades como Túnez, París, Bruselas, Buenos Aires y Ciudad de México. Su comunicado incluyó una referencia metafórica a “los nuevos Hitler”, sugiriendo que esos liderazgos autoritarios provocan la reacción de la humanidad.
En el mismo hilo, Petro advirtió que el genocidio en Gaza ha expuesto a los “racistas y xenófobos” del mundo, llamando a los pueblos a levantarse contra la injusticia y posicionando ese momento como el inicio de una revolución global cultural y social. Insistió en que “Jesús nunca hubiera permitido a un genocida en su templo”, apelando a una narrativa religiosa universal para reforzar su mensaje y convocar a los distintos grupos demográficos en EE. UU. a no arrodillarse frente al autoritarismo.
Este pronunciamiento ocurre en medio de una compleja crisis diplomática entre Colombia y Estados Unidos, marcada por amenazas de descertificación por parte del Departamento de Estado —lo que podría afectar significativamente la cooperación antidrogas y generar impactos económicos y sociales en Colombia—.
En junio de 2025, Petro ya había intentado apaciguar tensiones enviando una carta a Trump en la que aclaraba que no pretendía acusar directamente a funcionarios estadounidenses de conspirar contra su gobierno, ofreciendo reanudar el diálogo y cooperación. Esa tentativa diplomática no logró revertir el deterioro de la relación, agravada por incidentes previos como la negativa de Petro en enero a recibir vuelos militares con colombianos deportados, lo que llevó a Trump a imponer amenazas de aranceles y restricciones de visas.
La retórica encendida del presidente colombiano coincide con momentos críticos en su gestión: apenas esta semana admitió la renuncia de tres ministros tras una derrota legislativa significativa, evidencia de su desgaste político y la creciente dificultad para impulsar reformas clave durante su último año de mandato.
Al alinear protestas globales, cultura y símbolos religiosos, Petro busca reconfigurar la mirada pública, no sólo hacia el escenario nacional, sino con proyección internacional, colocándose como portavoz de una sensibilidad cultural emergente. Suma así una dimensión simbólica a sus palabras, ampliando el alcance de su mensaje más allá de la diplomacia tradicional.














