El día que un pollo nos unió más que la política

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Por: Aldrin García Balvin – Director de Totus Noticias

¿Hace cuánto no veíamos a Colombia tan unida? A mí, honestamente, no me pasaba desde el Mundial del 2014. Tal vez en la Copa América. Pero esta vez no fue por un gol, ni por un penal, ni por un regate de James. Fue por algo tan colombiano como sabroso: un pollo.

Sí, un pollo. Un empaque amarillo, una receta casera, una marca nacional. Y de repente, vimos lo que nunca vemos: empresas que normalmente compiten saliendo a defender lo nuestro. Marcas, políticos, influenciadores, tuiteros, tenderos, artistas y hasta cuentas de memes diciendo con orgullo: “entre colombianos nos damos a-pollo”.

La viralización fue tan alta, que en cuestión de horas cientos de marcas y miles de personas se sumaron con mensajes creativos y llenos de orgullo patrio. Y lo más sorprendente es que no se detuvo ahí. La ola de apoyo sigue creciendo, demostrando que cuando nos tocan algo que sentimos como nuestro, sabemos unirnos como país.

Y mientras todo eso pasaba afuera, ¿qué estaba ocurriendo adentro del Congreso? Ah, claro. Gritos, manotazos y hasta empujones durante la votación sobre la consulta popular. Como si estuviéramos viendo un capítulo de “Pasión de Congresistas”. Entre tanto alboroto, apenas si se notó que la reforma laboral fue resucitada con voto dividido. Porque sí: mientras los ciudadanos nos uníamos por un pollo, en el Congreso se daban pechugazos… pero entre ellos.

Y yo me pregunté: ¿por qué nos cuesta tanto mantener esa unidad para cosas que de verdad importan?

Porque mira: cuando se trata de un pleito comercial o de una campaña viral, ¡estamos listos! Pero cuando hablamos de pobreza, de educación, de salud, de injusticias o de hambre… ahí sí, silencio. O peor aún: peleas. Nos dividimos en bandos, nos lanzamos insultos, nos sacamos en cara quién tiene “la verdad” y nos olvidamos de que ser colombiano no es ganar una discusión, es ayudarnos a salir adelante.

Y es que a veces me parece que Colombia solo se une por una camiseta, una empanada o un pollo. Pero no por un niño sin almuerzo, una mamá sin trabajo o un abuelo sin pensión.

Por eso me emociona —y también me duele— ver que lo que no logra el Congreso, lo logró una caja de pollo frito. Porque lo de Frisby no fue solo marketing, fue sentimiento: vimos cómo todo un país se volcó a apoyar lo nuestro, con creatividad, cariño y orgullo. Colombia entera se puso la camiseta del sabor local y demostró que sí podemos unirnos cuando algo nos toca el corazón.

Y no lo digo con sarcasmo. Lo digo con esperanza. Porque ahí está la verdadera Colombia. En esa gente que se levanta cada día a construir, a tender la mano, a compartir lo poco que tiene. Esa Colombia que no se polariza, que no grita en redes, que no ofende… sino que se pone el alma al hombro y sale a dar la cara por los demás.

¿Te imaginas si usáramos esa misma pasión con la que defendimos a Frisby para defender a los niños que no comen tres veces al día? ¿O a los campesinos que cultivan la tierra sin apoyo? ¿O a los jóvenes que estudian en salones sin techo?

Sí, el día que nos unimos por un pollo fue bonito. Fue emotivo. Fue poderoso. Pero más bonito será el día en que nos unamos por algo más grande: por el país que somos y el que soñamos. Y ese día puede empezar con un gesto sencillo: escuchar más, gritar menos, y dejar de pelear como los políticos. Porque entre colombianos sí nos damos a-pollo. Pero también nos damos futuro… si lo hacemos juntos.

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