La encuesta más reciente de la firma Invamer, realizada entre el 6 y el 16 de junio, revela que la desaprobación del presidente Gustavo Petro alcanzó un 64 %, un incremento de siete puntos respecto a la medición de abril, mientras su aprobación cayó al 29 %. El deterioro es especialmente notable entre los jóvenes de 18 a 24 años —donde la desaprobación sube de 39 % a 49 %— y en los estratos socioeconómicos bajos (1 y 2), donde la desaprobación escala del 52 % al 62 %.
El estudio también destaca que el 58 % de los encuestados está en desacuerdo con las reformas que impulsa el Gobierno, y un 64 % considera que Petro busca cambiar la Constitución. Este panorama coincide con un aumento del pesimismo nacional: un 36 % identifica la inseguridad como el principal problema del país y el 72 % considera que la estrategia de “paz total” ha fracasado.
La pérdida de apoyo entre los jóvenes representa un golpe significativo al discurso progresista del mandatario, que tradicionalmente ha resonado con este segmento. La crisis en estratos populares, que lo respaldaron masivamente en 2022, sugiere un desencanto que puede incidir en los resultados de los próximos comicios de 2026. Además, el rechazo a las reformas y al posible cambio constitucional pone en evidencia una polarización creciente en torno a temas clave del Gobierno.
Desde el contexto político, estos datos obligan a Petro y a su equipo a reconsiderar el enfoque de sus reformas y su estrategia comunicacional. La erosión de legitimidad en los sectores más críticos exige respuestas que garanticen resultados concretos en seguridad, economía y paz. El desafío es revertir esta tendencia antes de la contienda electoral, estabilizar su imagen y restablecer confianza en la capacidad de su Gobierno para atender las preocupaciones ciudadanas.
El aumento histórico en la desaprobación, especialmente entre jóvenes y estratos populares, marca un punto de inflexión en la administración de Petro. Las próximas decisiones políticas, la capacidad de diálogo y la efectividad de las reformas serán determinantes para amortiguar el impacto negativo y recuperar espacios de legitimidad en un contexto ya definido por la incertidumbre y el desencanto.