No todos los votantes se comen el empaque

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Por: Aldrin García Balvin – Director de Totus Noticias

Ya comenzó el circo. La campaña aún no es oficial, pero varios precandidatos ya están más ocupados en hacerse virales que en presentar ideas serias. Lo que debería ser un debate nacional se ha convertido en un desfile de ocurrencias, bailes, disfraces y videos publicitarios. Como si Colombia se gobernara con videos de TikTok y jingles pegajosos.

Ahí tenemos a Claudia López, exalcaldesa de Bogotá, cantando el jingle de Frisby y comiéndose un pollito, como si eso fuera una propuesta de gobierno. La escena, el a-pollo es simpático… pero inútil. ¿Qué nos dice eso sobre lo que piensa hacer por el país? Nada. Solo deja claro que está más concentrada en agradar que en proponer.

Vicky Dávila, ahora metida en el mundo electoral, publicó un video bailando con unos jóvenes. Hasta ahí, todo bien. Pero uno no termina de entender: ¿cuál es el mensaje? ¿Dónde está el fondo? ¿O la idea es que con bailarinas se construye país?

Y Sergio Fajardo, que siempre quiso mostrarse como el tipo serio y académico, ahora aparece montado en un tractor como si toda la vida hubiera sido agricultor. Una foto simpática, pero vacía. El campo no necesita que lo visiten para la foto, sino que le cumplan con créditos, vías, tecnología y seguridad. ¿O vamos a resolver el agro con una pose?

En medio de todo esto, es inevitable recordar al fallecido Rodolfo Hernández. Que en paz descanse. Fue el ejemplo más claro de lo que significa una campaña basada en el impacto mediático y no en la profundidad. Con frases polémicas y videos virales logró llegar a segunda vuelta, pero después quedó demostrado que gobernar es otra cosa. Su paso fugaz por el Congreso, su renuncia y su falta de compromiso dejaron claro que la política no se trata solo de figurar. Hoy, su figura sirve de advertencia: el espectáculo podrá emocionar por un rato, pero no construye país.

Y mientras unos bailan, cantan y posan, otros ya están en el terreno de los discursos peligrosos. Daniel Quintero, con su tono mesiánico, propone eliminar el Congreso como si fuera cualquier cosa. Como si gobernar sin instituciones fuera la solución. Esa idea, lejos de ser revolucionaria, es preocupante. Porque lo que Colombia necesita no es acabar con el sistema, sino mejorar lo que tenemos. Reformar, sí. Destruir, no.

Y ya que hablamos de shows y contradicciones, vale la pena mencionar al presidente Petro. Muchos lo eligieron como el “cambio”, el hombre que venía a romper con lo de siempre, a gobernar distinto. Pero hoy, varios años después, repite lo mismo que tanto criticaba: clientelismo, alianzas oportunistas, enfrentamientos constantes con las instituciones, y ahora, hasta una consulta popular que huele más a capricho político que a solución nacional. El mismo que se acostaba en la cama del campesino hoy duerme en el poder… y el discurso se le quedó sin aire. El “cambio” se volvió administración, y la diferencia entre lo prometido y lo hecho, se volvió decepción. Otro ejemplo más de que no basta con parecer diferente; hay que serlo, sostenerlo y demostrarlo gobernando.

Lo que preocupa no es que usen redes. Está bien conectar con la gente. Lo preocupante es que no hay propuestas, no hay profundidad, no hay respeto por la inteligencia del votante. Están reduciendo la política a un reality, como si estuviéramos eligiendo al más gracioso, al más creativo o al más “chévere”. Pero no. Estamos hablando del futuro de Colombia.

Y el colombiano, aunque se ría con un video o le dé “me gusta” a una publicación, no es ingenuo. Ya hemos visto demasiadas veces cómo prometen el cielo y nos entregan más de lo mismo. Hoy hay un votante que mira con lupa, que quiere respuestas, que exige coherencia.

Así que si usted es candidato, piénselo así:

  • ¿Está hablando con la gente o solo hablándole?
  • ¿Tiene propuestas claras o solo frases de cajón?
  • ¿Su campaña está conectada con la realidad o se quedó en el escritorio?
  • ¿Es usted la misma persona en la calle que en el volante o en el TikTok?

El votante no necesita que usted sea perfecto. Pero sí necesita sentir que es real. Que escucha. Que propone cosas posibles. Que no lo está subestimando con promesas de cartón.

Porque al final, cuando llegue la hora de votar, muchos se preguntarán:
“¿Y este, además del show… qué tiene realmente para ofrecer?”

Y si la respuesta es nada, ahí sí… ni el mejor empaque le va a servir.

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