La abogada y activista ciudadana Laura Gallego Solís presentó su renuncia al título de Señorita Antioquia 2025 en medio de una fuerte controversia generada por la publicación de videos en los que formularía una pregunta sugestiva —“Si tuvieras una bala, ¿a qué personalidad de la política de izquierda en Colombia se la dispararías?”— dirigida, entre otros, al presidente Gustavo Petro y al exalcalde de Medellín Daniel Quintero Cano.
El hecho ocurrió mientras Gallego ejercía el cargo departamental que le iba a permitir representar a Antioquia en el Concurso Nacional de Belleza. En un mensaje publicado en su cuenta de Instagram, la exreina expresó que su nombre se había convertido “en un tema de debate nacional” y que sus posturas políticas habían sido señaladas como “incompatibles con ser reina”.
Según la versión de Gallego, los videos polémicos fueron grabados antes de su elección como Señorita Antioquia. En los fragmentos, ella interroga a aspirantes presidenciales y les plantea escenarios hipotéticos; en respuesta a uno, ella sugiere: “Y un cachazo a Petro, pues al menos”.

La polémica generó una rápida reacción de la organización del certamen, la cual emitió un comunicado aclarando que no participa, ni en su nombre ni en el de las concursantes, en la actividad política, y que rechaza pronunciaciones de las candidatas sobre política.
Tras la difusión del incidente, Gallego anunció su renuncia al título de forma irrevocable, afirmando que no se quedaría callada y que no permitiría que una corona se convirtiera en “mordaza”.
El episodio abre el debate sobre la presencia y el papel de los concursos de belleza en la esfera política, la libertad de expresión de quienes los representan y los límites entre activismo ciudadano e imagen pública en cargos de representación simbólica.
Por su parte, la renuncia de la Señorita Antioquia 2025 deja al departamento sin representante oficial en el certamen nacional, lo que implica también consecuencias organizativas para el Concurso Nacional de Belleza en esta edición.
El caso también encendió la discusión sobre el lenguaje apropiado en los discursos públicos, el impacto de las redes sociales y la responsabilidad de quienes aparecen como figuras culturales o mediáticas ante situaciones de alta polarización política.














