La FIFA frenó las intenciones del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de modificar las sedes del Mundial 2026. El mandatario había insinuado que ciudades como Seattle o San Francisco podrían perder su condición de anfitrionas debido, según él, a la falta de seguridad bajo la administración de lo que calificó como “lunáticos de la izquierda radical”.
Ante estas declaraciones, el máximo ente del fútbol mundial reaccionó con firmeza. Víctor Montagliani, vicepresidente de la FIFA, recalcó que la organización de la Copa del Mundo no responde a intereses políticos y que las decisiones sobre las sedes ya fueron tomadas y no se modificarán. “Con el debido respeto hacia los líderes mundiales, el fútbol está por encima de ellos”, afirmó el directivo, enviando un mensaje claro de independencia.
El Mundial 2026 será histórico al realizarse por primera vez en tres países: Estados Unidos, México y Canadá. El proyecto “United 2026” contempla 16 ciudades anfitrionas, cuya selección se concretó en 2022 tras un proceso de evaluación técnica y contractual. Entre ellas se encuentran Nueva York, Los Ángeles, Ciudad de México, Toronto y Vancouver. La FIFA subrayó que los acuerdos firmados con cada una de las sedes tienen carácter vinculante y que no hay espacio para caprichos políticos en este punto avanzado de la organización.
El episodio generó polémica no solo por el intento de Trump de inmiscuirse en un tema deportivo, sino también porque revivió críticas a su gestión durante la Copa América 2024. En aquel torneo se denunció que ordenó redadas contra inmigrantes aprovechando la concentración de hinchas en los estadios, una medida que levantó alertas sobre la utilización de eventos deportivos para fines partidistas.
La FIFA, en contraste, insiste en que los mecanismos de seguridad ya están previstos y que se trabaja de la mano con los países anfitriones para garantizar un entorno seguro. Montagliani subrayó que existen protocolos específicos y que cualquier alteración ajena a la planificación podría afectar la confianza de los socios comerciales, los aficionados y la propia estructura del torneo.
La controversia también alcanzó a otro evento deportivo: los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028. Trump dejó entrever que sus mismos criterios de seguridad podrían aplicarse en esa cita, aunque las posibilidades de que siga en el poder para entonces son inciertas. El paralelismo refuerza la idea de que los grandes eventos deportivos terminan convertidos en escenario de disputas políticas con fuerte impacto global.
Mientras tanto, la FIFA busca blindar la independencia del fútbol frente a tensiones ideológicas. Su mensaje al mundo es claro: la Copa Mundial no será rehén de discursos políticos ni de agendas partidistas. Sin embargo, el antecedente marca que el Mundial 2026 estará atravesado no solo por la emoción deportiva, sino también por la atención a posibles intentos de injerencia.