Petro, el presidente del clítoris y las muñecas: ¿así tratará a su esposa e hijas?

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Por: Aldrin García Balvin – Director de Totus Noticias

El presidente Gustavo Petro volvió a hacer de las suyas. En pleno Consejo de Ministros, con cámaras y micrófonos encendidos, se le ocurrió decir: “Una mujer libre hace lo que se le dé la gana con su clítoris y con su cerebro”. Sí, así como lo leen. Como si la libertad de la mujer pudiera resumirse en un chiste vulgar que, en lugar de inspirar respeto, terminó siendo un despropósito que hizo sonrojar hasta a los suyos.

Pero para Petro hablar de las mujeres es normal. Días atrás, en Cauca, abrazó a una funcionaria, resaltó su “belleza” y hasta soltó el comentario de que “se acababa de casar, la perdimos”. Cuando le reclamaron, salió con la frase de antología: “Yo no le tengo asco a la mujer, todo lo contrario”. Como si respetar a las mujeres fuera un favor que él les hace.

Y por si fuera poco, también lanzó su indirectazo: “una persona negra”, creo que fue, refiriéndose a la vicepresidenta Francia Márquez. ¿Cómo llamamos a eso? ¿Un lapsus? ¿Una costumbre? ¿O simplemente un reflejo de lo que realmente piensa? La ligereza con la que el presidente suelta esas frases muestra que no entiende que la mujer, sea negra, blanca, mestiza o indígena, no merece ser tratada como si fuera un personaje secundario de sus famosos discursos filosóficos improvisados.

El problema es que no es algo nuevo. Ya en 2024 nos había regalado otro episodio bochornoso cuando llamó a las periodistas mujeres “muñecas de la mafia”. En vez de responder con argumentos, las redujo simplemente a muñecas. Así, sin más. Ese es el estilo Petro: cuando no sabe qué decir, suelta un insulto y culpa a los demás.

Presidente, le hablamos claro: la mujer se respeta. No se reduce a un clítoris, no se mide por su belleza, no se señala con términos racistas ni se descalifica como muñeca. Colombia no necesita más un presidente que crea que la política es un stand-up de frases de cantina. Necesitamos un líder que entienda que la dignidad de la mujer no se negocia ni se ridiculiza.

Y ahí es donde cae la pregunta más incómoda de todas: ¿será que así trata también a su esposa y a sus hijas? Porque si en público las palabras hacia las mujeres son burla, indirecta o insulto, cuesta imaginar qué clase de respeto practica en casa. Lo cierto es que, con cada salida en falso, Petro no solo irrespeta a las colombianas, sino también a las mujeres de su propia vida.

Al final, la verdad es sencilla: Petro irrespeta a la mujer colombiana. Y cada vez que abre la boca para “defenderlas”, termina hiriéndolas más.

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