¿SORDOS O IRRESPONSABLES? – Crónicas de Gardeazábal

TotusNoticias

Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal

Hoy hace exactamente 40 años, quienes no quisieron oír las advertencias sobre el volcán del Ruiz o perecieron bajo la avalancha en Armero y en Chinchiná, o cargaron para siempre la culpa de no haber actuado. Son históricamente responsables del saldo final de esa tragedia las autoridades nacionales y municipales que no fueron capaces de colocar los sismógrafos que entonces habrían podido anunciar, con tiempo, la inminencia del estallido.

Pero también responden a la culpa histórica la dirigencia de Manizales, y quizás hasta toda la población, que unificó esfuerzos en defender su Feria y no espantar turistas. La increíble vaciada que me pegaron desde los medios informativos de Manizales cuando insistí demasiado en la urgencia del sismógrafo desde mis columnas periodísticas, todavía la estoy oyendo en mi memoria: “que en el Ruiz no se necesitaba sismógrafo porque en El Refugio, el chalet a orilla de la nieve, existía una perra pastor alemán que se ponía nerviosa cuando el volcán rugía en su interior”.

También recuerdo que, a mediados de 1985, el hoy presidente de la Academia de Historia de Honda, Tiberio Murcia, me invitó a que les explicara en esa ciudad el peligro que corrían los hoteles a orillas del Gualí si se daba la explosión, y no hubo más muertos allí porque ordenaron evacuaciones la noche de la explosión.

Y no se me olvidará la cara del alcalde de Armero, de Aquileo —el juez— y del director del Serpentario cuando los visité y, desconsolados, me dijeron que estaban cansados de pedir ayudas a Ibagué y Bogotá para paliar la probable emergencia.

De toda esa historia surgió mi leída novela Los sordos ya no hablan, sobre la cual me han invitado hoy a conversar el alcalde y el Concejo Municipal de Chinchiná, ciudad donde los muertos no se registraron, pero fueron miles, y los daños se minimizaron frente a la magnitud de lo sucedido en Armero y la inutilidad de un país al no poder salvar la vida de Omayra.

Entonces preguntaré: ¿sordos o irresponsables?

Comparte este artículo