Oportunismo político y redes sociales: cuando la verdad se ahoga en la cloaca digital

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Por: Aldrin García Balvin – Director Totus Noticias

En algún momento las redes sociales fueron celebradas como el gran avance de la comunicación: un espacio para compartir ideas, unir a las personas y acercar a los ciudadanos a la verdad. Pero qué rápido esa ilusión se convirtió en otra cosa. Hoy, lo que alguna vez fue una herramienta de diálogo se transformó en un enorme basurero digital donde prima el escarnio, el odio, el chisme y, sobre todo, el oportunismo político.

El reciente caso de la Lotería de Medellín es la muestra perfecta. Lo sucedido —un sorteo, un funcionario, su esposa y un premio millonario— evidentemente genera suspicacias. Claro que es un hecho que debe investigarse. Claro que el caso deja preguntas legítimas. Pero lo que vimos en redes no fue un clamor ciudadano por transparencia, no. Lo que vimos fue un festín de likes y retuits encabezado por quienes vieron en la situación un plato servido para atacar, acusar y, de paso, ganar protagonismo.

En un abrir y cerrar de ojos, las redes se llenaron de mensajes que no buscaban la verdad, sino el aplauso fácil. Trinos y publicaciones que, sin prueba alguna, daban por hecho un fraude, un robo, una mafia. Todo adornado con sarcasmo y con ese aire de superioridad moral tan común en el activismo político digital. Lo que importaba no era esclarecer los hechos, sino señalar con el dedo y gritar “¡corruptos!” para que el eco multiplicara los aplausos. Lo que importaba era sumar adeptos, no aportar datos.

Lo más triste es ver lo fácil que muchos se dejan llevar por un simple trino. Un comentario malicioso, un video cargado de insinuaciones, un meme bien diseñado… y listo. Sin verificar, sin leer más allá del titular, sin consultar las fuentes. La indignación se convierte en deporte nacional y las redes en el escenario donde se lincha primero y se pregunta después (si es que se pregunta).

Por supuesto que lo de la Lotería es un tema serio. Claro que hay que vigilar y pedir cuentas. Pero los encargados de investigar no son los opinadores profesionales de redes ni los seguidores de un movimiento político que ven en cada polémica una oportunidad para destruir al adversario. Los encargados son los órganos de control. Ellos deben hacer su trabajo con rigor, sin afán de conseguir aplausos ni retuits. Porque la justicia no se administra desde Twitter (X) ni los procesos disciplinarios se ventilan en un hilo de Facebook.

Y mientras tanto, la verdad… esa sí que pasa a un segundo plano. Las explicaciones, las auditorías, las aclaraciones oficiales: todo eso queda sepultado bajo toneladas de publicaciones virales que solo buscan reafirmar odios y cosechar seguidores. Porque al final de cuentas, en esta cloaca digital en la que hemos convertido las redes sociales, lo que menos parece importar es la verdad.

Así que la próxima vez que leamos un trino cargado de acusaciones y frases grandilocuentes, tal vez deberíamos preguntarnos: ¿esto nos informa o solo nos manipula? Porque lo que está en juego no es solo un caso aislado de la Lotería de Medellín. Lo que está en juego es nuestra capacidad de no dejarnos arrastrar por el oportunismo político disfrazado de indignación ciudadana y estrategia política.

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