Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
Los informes de la Secretaría de Guerra del presidente Trump, de haber continuado con los acribillamientos de las lanchas que, según ellos y según la sapiencia popular, transportaban cocaína, dejan mucho que pensar y mucho más que sospechar con preocupación.
Como en ninguno de los partes de guerra —ni sobre los que se producen al pie de la armada invencible que rodea a Venezuela, ni sobre las lanchas que han sucumbido en el Pacífico— hay alguna georreferenciación, se sospecha que por lo menos un par de las acribilladas en el Caribe tenían origen en costas colombianas. En las del Pacífico casi seguramente se puede afirmar que provenían todas de costas colombianas.
Con habilidad de gringo bobo, la gente de Trump ha evitado especificar sus orígenes y tan solo por la nacionalidad de los pocos sobrevivientes se ha intuido la procedencia. Con esa actitud, indudablemente evitan meter a Colombia en la misma colada que tan estruendosamente quieren montar en Venezuela.
Pero como acá el objetivo público no es derrocar al presidente Petro, sino ensuciarlo e inculparlo para ir llenando su expediente del futuro, es posible que la jugada bélica del emperador de Washington no abarque a Colombia todavía. Pero también es posible —aunque muy improbable— que en la mentalidad guerrera de Trump y sus halcones hayan pensado hacer barrida y limpia en Caracas y en Bogotá al mismo tiempo.
Y si fuera verdad, ¿quién va a acaudillar el nacionalismo patrio? ¿O cuántos derechistas torpes apoyarían al invasor y defenderían con las armas ajenas del gringo sus capitales y sus esperanzas?
¿Y los ejércitos de los traquetos, cómo actuarían en esa guerra? Es para pensarlo, y hasta para especular sobre el futuro de Colombia, país vecino del que será la próxima víctima del colonialismo norteamericano y con un presidente como Petro y su gobierno, sancionados y humillados por el yugo económico yanqui.














