Por: Carlos Alfonso Velásquez R. – Coronel (R)
El mal que ha representado para Colombia el caótico gobierno de Gustavo Petro está empezando a producir bienes colaterales inesperados. Uno de estos se encuentra en la lectura del trasfondo de los resultados de la elección de los Consejos Municipales y Locales de Juventud, que a continuación pongo a consideración.
La reciente jornada democrática constituyó un proceso que, según la Registraduría, evidenció un aumento en la participación de los votantes y una significativa disminución de los votos nulos frente a las elecciones del 2021. Así pues, y pese a la alta abstención, fueron más de 1,5 millones de jóvenes entre los 14 y 28 años que acudieron a las urnas para elegir a sus representantes en 1099 municipios y 33 localidades de ciudades principales como Bogotá, Barranquilla, Cartagena, Santa Marta y Buenaventura. De este modo el balance mostró un aumento de la participación del 18.4% con relación a las elecciones del 2021 y una reducción en los votos nulos, pasando del 23,1 % al 1,9 %, lo que refleja una mayor comprensión del proceso.
De otra parte, los resultados revelaron que el 53,3 % de los votos correspondió a partidos y movimientos políticos, el 28,1 % a listas independientes y el 18,4 % a procesos y prácticas organizativas juveniles. Las cinco organizaciones políticas que tuvieron más votos en el certamen fueron en su orden los partidos Liberal, Conservador, Centro Democrático, Cambio Radical y Alianza Verde, lo que muestra una tendencia juvenil a ver con buenos ojos a los partidos más organizados e institucionalizados. También entre los jóvenes se observa la preferencia por los partidos de centro derecha y derecha y un evidente debilitamiento de la izquierda; tanto así que el último partido fundado por Petro, la Colombia Humana, escasamente obtuvo el 1.6% de los votos superando solo al partido ASI que obtuvo el 1.5%.
Dicho lo anterior, no es aventurado afirmar que la impredecible y caótica gestión del gobierno Petro derivó en la carencia de un liderazgo político visible y efectivo para los jóvenes desde el gobierno nacional. Aquellas promesas del presidente de reivindicar a los jóvenes activistas del “estallido social”, formándolos para convertirlos en buenos ciudadanos, en la práctica quedaron en nada. Por ejemplo, el programa de “Jóvenes en Paz” no ha tenido resultados dignos de aplauso sino todo lo contrario. No es sino recordar que el sicario que le disparó a Miguel Uribe prefirió abandonar el programa para irse a asesinarlo por $20 millones. Es más, si se tiene en cuenta que en Bogotá la participación apenas alcanzó el 6% se puede colegir que la izquierda perdió sensiblemente la capacidad de convocatoria sobre los jóvenes que, en considerable cantidad, votaron por Petro tanto a la alcaldía como a la presidencia. Queda así demostrado que la juventud no se moviliza solo por ideales convocantes, sino que también se mueve cuando ve cambios, cuando percibe impacto, cuando las promesas se convierten en hechos.
Y hablando de ideales, para la juventud estos incluyen la admiración que les puede suscitar el observar personas de su generación ejerciendo competente y rectamente altos cargos públicos, de tal forma que se conviertan en referentes dignos de imitar. Lo cual conlleva que lo contrario o sea decepción, les produce observar casos como el nombramiento de Juan Carlos Florián- exactor porno- como ministro de la Igualdad que generó una demanda debido a que con él no se estaba cumpliendo la cuota de género femenina, que fue respondida sosteniendo que sí se cumplía con la norma por cuanto Florián se identificaba como ¡“persona de ‘género fluido’ pidiendo que lo trataran como ‘ministra’ ”!. Y si a este caso se suma el de las irregularidades administrativas en el nombramiento de Juliana Guerrero como viceministra de juventudes, la conclusión no puede ser otra que la de que dichos casos produjeron en los jóvenes no solo decepción sino también rechazo al gobierno del “cambio”. Lo cierto es que hoy día gran parte de la juventud tiende a apartarse tanto del relativismo moral y la derivada corrupción, como de las injusticias meritocráticas que observa en el entorno del gobierno.














