Por: Aldrin García Balvin – Director de Totus Noticias
Confieso que al leer la propuesta de Mauricio Lizcano me dio un ataque de risa. No es para menos: ahora resulta que el exministro propone un gran acuerdo para que el próximo presidente no sea “el que diga Uribe ni el que diga Petro”. La idea suena seria, casi solemne… pero el problema es quién la dice: uno de los políticos más camaleónicos que ha tenido Colombia en las últimas dos décadas.
Pero vale la pena recordar que: Lizcano no nació en la política como “independiente”. Llegó al Congreso de la mano del Partido de la U, esa colectividad creada por Álvaro Uribe para asegurar su reelección. Allí fue representante, senador y hasta presidente del Senado. Más aún: su padrino de matrimonio fue nada menos que el propio Uribe. Es decir, el mismo Lizcano que ahora pide un acuerdo “contra el que diga Uribe” fue literalmente el ahijado político —y personal— del expresidente.
Pero la historia no termina ahí. Cuando el uribismo y Santos se partieron en dos, Lizcano mostró su elasticidad: se volvió santista de corazón y fiel aliado de la paz. Y cuando Santos se apagó, encontró otro sol que lo alumbrara: el gobierno de Gustavo Petro, en el que no solo participó en el empalme, sino que fue director del DAPRE y ministro TIC.
En política se vale cambiar de opinión, claro. Lo que no se vale es venderse como el paladín de la independencia, cuando en la práctica se ha vivido del acomodo perfecto, de la habilidad camaleónica de mutar de colores para seguir vigente.
Y no olvidemos otro capítulo: en 2018 Lizcano fue uno de los que lideró al Partido de la U para que respaldara a Germán Vargas Lleras en su candidatura presidencial.
Lo irónico es que Lizcano ahora predique contra el “dedazo” y los padrinos, cuando su carrera política ha sido una lista de padrinos: primero Uribe, después Santos, luego Petro. Y como buen alumno, ya creó su propio movimiento, Gente en Movimiento, para jugar con nombre propio. El camaleón aprendió la lección: si no hay padrino, se inventa uno mismo.
Que Lizcano hable de acuerdos “lejos de los extremos” es como si un zorro diera conferencias sobre vegetarianismo. Puede sonar bonito, puede parecer sensato, pero nadie olvida que lleva años cenando en el mismo gallinero.
Colombia necesita salirse de la pelea Uribe–Petro, eso puede ser cierto. Pero no con discursos que vienen de quienes son el producto más acabado de ese péndulo político. Si Lizcano quiere que le creamos, debería empezar por un acuerdo consigo mismo: dejar de ser el político que cambia de camiseta cada cuatro años y mostrarnos, por fin, un color propio.
Mientras tanto, suena a lo de siempre: una estrategia de marketing disfrazado de independencia.














