Los párrocos: pastores con olor a rebaño y corazón de hogar

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Por: Aldrin García Balvin – Director de Totus Noticias

Hoy, en la fiesta de san Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars, patrono de los párrocos, quiero elevar una plegaria de gratitud por esos hombres que, con su vida entregada, hacen presente a Cristo Buen Pastor en nuestras comunidades. No hablo desde la teoría ni desde un escritorio, sino desde la experiencia viva de haber caminado junto a ellos, de haberlos visto servir, llorar, celebrar, consolar, formar y dar la vida, muchas veces en silencio, por su gente.

Pienso con ternura en mi primer párroco, el padre Climaco Abel Millán, a quien cariñosamente llamábamos Pacli. Lo conocí en 1993, cuando apenas tenía 9 años, y fue quien me acogió en el grupo de acólitos y luego me dio mi Primera Comunión. Desde entonces se volvió para mí no solo un guía espiritual, sino un verdadero maestro, un formador con alma de padre, y un amigo fiel. Desde el año 2001 habita en el cielo, pero su legado y su cariño siguen vivos en mí y en tantos que fuimos tocados por su ternura sacerdotal.

También recuerdo con profunda gratitud al padre José Jaime Londoño, a quien acompañé en su parroquia de San Pedro y San Pablo en Medellín. Aunque no fue mi párroco, fue mi director espiritual durante muchos años: un confidente, un amigo de verdad, un maestro con sabiduría de vida. Me enseñó a amar la Iglesia, a comprender la misión del sacerdote como puente entre Dios y los hombres, y a comunicar la fe con alegría y profundidad. Hoy también descansa en el cielo, y cuánta falta hacen estos grandes párrocos, verdaderos íconos de entrega pastoral.

He tenido la gracia, desde mi vocación en la comunicación y la publicidad pastoral, de conocer y trabajar con decenas de párrocos en distintas parroquias. No alcanzo a mencionarlos a todos, pero sí puedo decir con certeza que cada uno ha sido para mí una bendición. En su trato humano, en su amor por la comunidad, en su celo por la liturgia y en su cercanía con los más pobres, he descubierto el rostro misericordioso de Dios.

Por eso, hoy quiero felicitar a todos los sacerdotes, especialmente a los párrocos. Les encomiendo con cariño a Dios y, por intercesión del Santo Cura de Ars, pido que los siga fortaleciendo en su bello ministerio. Que nunca les falte la pasión por el Evangelio, la alegría del servicio, el consuelo del Espíritu y la amistad sincera que tanto necesitan.

Gracias, queridos párrocos, por ser hogar, guía, consuelo, alimento, presencia y compañía. Gracias por no rendirse. Gracias por ser pastores con olor a oveja y con el alma anclada en Cristo.

Hoy es un día propicio para acercarnos a nuestros párrocos. Visítalos, escucha su historia, pregúntales por su misión. Descubre cuánto hacen cada día —muchas veces en silencio— por sus comunidades. Ellos también necesitan ser escuchados, acompañados y valorados. Anímate a felicitarlos, a orar por ellos y a encomendar su vocación al Señor. Porque detrás de cada parroquia viva, hay un párroco que se entrega por amor.

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