Por: Aldrin García Balvin – Director de Totus Noticias
El presidente Petro volvió a hacer de las suyas, y no precisamente con reformas ni con buenas noticias. En su visita a Japón, en plena vitrina internacional, salió con que en Colombia “se vendieron 10 millones de toneladas de lechona en una feria”. Sí, leyó bien: diez millones de toneladas. Ni sumando toda la producción de carne de cerdo del país en un año llegamos a esa cifra. Fue tan absurdo que hasta el Monte Fuji se habrá reído.
Luego la Casa de Nariño trató de apagar el incendio: que no eran “millones”, sino apenas diez toneladas (aún me parece exagerado). Pero claro, ya era tarde. El presidente había vuelto a demostrar que las matemáticas no son su fuerte, y que con tal de quedar bien, es capaz de inflar números hasta volverlos caricatura.
Y no fue solo la lechona. También dijo que al pabellón de Colombia entraron 1.300.000 millones de visitantes. Para que me entienda: 1,3 billones de personas… cuando la humanidad completa no llega ni a 9 mil millones. O sea, Petro invitó al mundo entero y todavía sobraron cupos para extraterrestres.
El problema no es la lechona, que a mucha honra es uno de los platos que más nos representa. El problema es el descaro con que se manipulan o inventan cifras para sostener un relato de país que no existe. Ya lo vimos con los resultados de educación, con los datos de salud, con las promesas económicas y con cada reforma que anuncia con bombos y platillos, pero que termina hundida, parchada o suspendida.
La reforma de salud murió en el Congreso. La laboral sobrevivió de milagro y salió irreconocible. La pensional está en veremos por la Corte. Todo lo que se nos vendió como “cambio” terminó siendo puro humo, mucho discurso y poca realidad.
Y claro, frente a tanto enredo, la oposición aprovechó. Uribe lanzó la frase que se volvió viral: “Que los japoneses no vayan a pensar que en Colombia somos diez millones de marranos”. Y aunque lo dijo en tono irónico, en el fondo retrata lo que pasa: millones de colombianos votaron por el cambio y hoy se sienten engañados, vueltos lechona en la mesa del poder.
La reflexión es sencilla: ojalá esos “diez millones de toneladas”, perdon “diez millones de marranos” no vuelvan a votar por el mismo “cambio” que prometió esperanza y terminó siendo un banquete de errores. Porque, entre más se equivoque el presidente, más claro queda que al país no lo alimentan los discursos, sino los resultados.