Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
La demanda que presentó ante el Consejo de Estado un representante de la CTC y del sindicato del Ministerio de Defensa para que le arrebaten la investidura de senador a Miguel Uribe Turbay, aunque tiene muchas connotaciones, es antes que nada una venganza bellaca e insultante. Solo quien ejerce a plenitud la ruindad es capaz de alegar ante la suprema corporación de lo administrativo que, al acudir el senador Uribe Turbay a la manifestación del barrio Modelia, propició que se facilitara el intento de asesinato de que fue víctima y que, como tal, debe perder su investidura porque un senador no, dizque, puede estar en campaña electoral antes de que el calendario de la Registraduría lo permita.
Si el senador, en vez de estar hace 15 días en la UCI de la Santa Fe, hubiese salido ileso del atentado, hasta podría alegarse que su ejercicio como senador tiene algunas limitaciones legales. Pero que se pretenda inculpar de una falta imaginaria a un cuerpo inerte que, apenas por estar conectado a las técnicas modernas de cirugía, no ha dejado de estar vivo, es más que ruindad y bellaquería.
Desgraciadamente, a ese extremo hemos llegado porque la polarización absurda de la política colombiana nada permanentemente en un mar de odios y venganzas y precipita criminalmente las reacciones. Seguramente, si el abogado de la familia Uribe Turbay no hubiese presentado ante la Comisión de Acusaciones una demanda contra el presidente Petro por haber afirmado que las críticas del abaleado senador no tenían validez porque él era nieto de un presidente que consiguió llevar a la cárcel a 10 mil opositores, el sindicalista de marras no habría presentado la demanda ante el Consejo de Estado.
Pero como el clima de enfrentamiento a que hemos llegado no perdona nada, la venganza se busca inmediatamente, pretendiendo conseguir con bellaquería una compensación por cuestionar al intocable presidente que nos tocó en turno.
Nos vemos el martes.
