Consulta popular: terquedad disfrazada de democracia

TotusNoticias

Por: Aldrin García Balvin – Director de Totus Noticias

Cuando un político se obsesiona con algo, el país entero termina pagando el precio. Y eso es lo que estamos viendo con el Gobierno de Gustavo Petro y su insistencia en sacar adelante una consulta popular, cueste lo que cueste, aunque ya el Congreso le haya dicho “no”. Parece más un capricho que una solución. Una especie de terquedad disfrazada de democracia.

Después de que su propuesta de reforma se hundiera en el Congreso, el presidente no se dio por vencido. En vez de aceptar la derrota y buscar nuevos caminos, decidió que ahora va a preguntarle directamente al pueblo. ¿Bonito, no? Pero ojo: no lo hace porque confíe de verdad en la voz de los ciudadanos. Lo hace porque necesita mantener el protagonismo, estar en campaña, hacer ruido. La consulta, más que una salida a los problemas del país, parece un ensayo general para lo que viene en 2026.

Y lo peor es que no lo están haciendo con altura. Hace pocos días, en plena plenaria del Senado, vimos al ministro del Interior, Armando Benedetti, perdiendo el control. Le gritó al secretario, lo acusó de fraude, y como dijo una congresista, “solo le faltó pegarle”. ¿Así es como quieren promover la participación ciudadana? ¿Con gritos, presiones y pataletas? La escena fue vergonzosa y dejó claro que este gobierno no está buscando consenso, sino imponerse a toda costa.

Uno se pregunta: ¿de verdad esta consulta es por el bien del país? ¿O es solo una estrategia para seguir en campaña, con el dinero de todos, y tener de nuevo las calles llenas de pancartas, eslóganes y discursos? Porque no hay que ser experto para ver que detrás de tantas ganas de preguntar hay una intención bien clara: seguir moviendo una agenda política y preparar el terreno para las elecciones que vienen.

Claro, el presidente tiene derecho a querer transformar el país. Pero la forma importa. No se puede gobernar a punta de consultas cada vez que algo no sale como se quiere. El Congreso existe para debatir, para aprobar o rechazar propuestas. Si no se logró el apoyo necesario, toca revisar, ajustar, dialogar. Pero insistir en lo mismo, por otra vía, y además atacando a quienes no están de acuerdo, suena más a berrinche que a liderazgo.

Y no olvidemos que una consulta popular no es barata. Cuesta millones. ¿No sería mejor usar esos recursos en salud, educación o seguridad? ¿En algo que realmente alivie las necesidades de la gente? Porque al final, la mayoría de colombianos no está pensando en reformas ideológicas, sino en cómo sobrevivir el mes, cómo conseguir empleo, cómo no ser víctima de la violencia.

Lo que Colombia necesita no es más polarización ni más campañas camufladas. Necesita acuerdos reales, soluciones concretas, humildad política. Gobernar no es imponer ni repetir discursos. Gobernar es saber escuchar, construir con los que piensan distinto y poner a la gente por encima del ego personal.

Hoy más que nunca, hace falta que los líderes se bajen del pedestal y entiendan que no todo se resuelve con consultas ni con aplausos. A veces, lo más valiente es aceptar que no se pudo, aprender y seguir. Pero eso, claro, solo lo hacen los que gobiernan pensando en el país… no en las próximas elecciones.

Comparte este artículo