Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
Generosa acogida ha tenido la propuesta que hice ayer de izar banderas blancas mañana y el jueves, como respuesta pacífica al paro programado por las centrales obreras y que el presidente Petro, inverosímilmente, ha resuelto apoyar.
La respuesta que más aprecio —porque me llena de esperanza de que podemos evitar el enfrentamiento— provino del profesor Hildebrando Vélez, el papá de la ministra Irene, conocido como el ideólogo del gobierno de izquierda y miembro de la junta de Ecopetrol, quien me wasapeó:
“Queremos paz, no las guerras. Paz es tierra fértil, semillas nativas, agua, educación, salarios dignos, ética y respeto de las ideas, instituciones idóneas y libres de corrupción.”
Eso es exactamente lo que todos queremos, pero rebajándole el tono de pugnacidad con que este gobierno ha presentado todos sus proyectos de reforma.
Si hubiese existido diálogo, y no deseo de armar camorra, habría salido una reforma al régimen de las explotadoras EPS dialogada y ajustada a la realidad, desprovista del aire de venganza que brotaba de la propuesta de la Corcho.
Así mismo podría haberse hecho con la pensional y con la laboral. Pero se prefirió generar pugna. Y para mañana se convoca y se apoya otra camorra innecesaria, porque la tal consulta no tiene obligación de ley, sino satisfacción electorera anticipada.
Izar las banderas blancas mañana, en puertas y ventanas, balcones y vehículos, es la manera pacífica de establecer un punto de vista diferente del que se quiere imponer con la algazara de las caducas centrales obreras.
Este país puede encontrar su senda si, como dice Hildebrando, hay respeto por las ideas y existen las instituciones idóneas, capaces de juzgar el orden constitucional de las leyes y —agregaría yo— sin miedo para purgar a los robagallinas que han terminado siendo los alfiles del prometido gobierno del cambio.