Por: Orlando Arenas Tamayo
Me gusta el título porque destaca lo que seguramente muchos de los alumnos de Teoría Electromagnética en la Facultad de Ingeniería de la U. de A., pensamos de la tarea desarrollada por el ingeniero Álvaro Gaviria Ortiz, docente de la misma, cuando asistimos a su cátedra, unos porque les correspondía cursarla, otros porque debían repetirla, no pocos por cierto, y otros muchos, porque sabían de la importancia de este curso en el desarrollo de la carrera y querían adelantarla, si les era posible, para allanar el camino hacia la terminación de los estudios.
En mi caso, hijo de una maestra y enseñando desde muy joven, primero con mis hermanos, luego en escuelas de Bello y posteriormente como docente en colegios o en la cátedra universitaria y como estudiante de ingeniería, pude asombrarme por la devoción con la que “El Mazo Gaviria”, como le llamaban, brindaba sus lecciones de Teoría en el Alma Mater de Antioquia y cómo su cátedra se convertía en un eje alrededor del cual giraba la vida de los jóvenes en el entorno de su facultad y ver la forma en que el estudiante planificaba todas sus actividades, teniendo como pivote, el hecho de estar matriculado en el curso dictado por este brillante profesor, al que hoy van dirigidas estas líneas, como un mensaje de reconocimiento a quien consagró sus energías a la tarea de la formación, con amor y objetividad, con severidad y rigor, pero empeñado en lograr el objetivo misional de la universidad para el servicio del país. Apegado a la verdad docente, se entregó con amor a esa tarea, y aunque pudo existir algún exceso, siempre salió a flote su desvelo por la satisfacción del estudiante, quien siempre entendió el empeño del profesor por darle cumplimiento a las reglas establecidas y anunciadas, como parte del curso y a comienzo del mismo.
No obstante lo expresado, el objetivo del artículo no se centra en los lunares, sino en la tarea humana, científica y profesional desarrollada por Álvaro Gaviria y señalar que su ejemplo debe ser seguido por muchos de sus alumnos que han tomado de él, el amor por el estudiante y la devoción por brindar un curso con la esperanza de impactar perenemente el alma de sus discentes, con propósitos similares porque la docencia, es un instrumento valioso para formar hombres útiles a la sociedad que los necesita.
El profesor Gaviria se destacó por la claridad con la que expone, por los ejemplos que propone para dejar entendido un concepto y por el sacrificio que hacía atendiendo a sus estudiantes, en el aula o fuera de ella, en su oficina, la biblioteca central o desde el lugar en donde estuviera, en cualesquier día de semana, en festivos, solo o en grupos, él siempre estaba a disposición del o de los alumnos que lo solicitaran, al tiempo que mantenía la severidad para exigir también del estudiante una actitud conforme con los preceptos asimilados durante la evaluación de su rendimiento.
Profundo conceptualmente al enseñar, no deja dudas en la presentación de los temas por más abstrusos que parezcan, amplía con ejemplos, cuando son pertinentes, pues se navega por los terrenos de las fuerzas de campos u ondas electromagnéticas, cuyas propiedades y magnitudes, deben deducirse en la resolución de las ecuaciones de campo, (Maxwell), que explican su comportamiento en el mundo físico, tanto de origen eléctrico, como magnético.
No hay nada que glosar en la devoción con la que “El Mazo Gaviria” atendía a los estudiantes de su materia y es en este sentido mi reconocimiento, y el de muchos, a un hombre por su lealtad a los principios que orientan la misión del maestro sobre la tierra.
Teoría Electromagnética era un escollo de los matriculados en la carrera de Ingeniería Electrónica, haciendo que muchos quisieran anticiparse e intentaran superarlo, asistiendo a la cátedra sin haber tomado el curso, lo que explicaba lo nutrido del salón de clase, y los alumnos quedaban impactados al descubrir a un maestro tratando de explicar las interrelaciones de campos eléctricos y magnéticos con amplio conocimiento, mediante las herramientas matemáticas y el conocimiento de las leyes de la física, para encontrar soluciones a una gran variedad de problemas y de cuestiones científicas, con claridad y ejemplos al orden del día que nos producían la sensación de haberlo entendido todo, aunque después aterrizáramos en la verdad de nuestras lagunas, en la prueba semanal que nos ayudaba a comprender de manera más profunda, resolviendo sus preguntas para mejorar y profundizar en los temas planteados, complejos por lo demás, pero el profe era comprensivo frente a errores de cálculo puntual y severo en los de conocimiento y comprensión, acudiendo al mecanismo de las preguntas para precisar conocimientos, seguramente pensando que la respuesta a una pregunta, con frecuencia deviene en otra para tratar de abonar la imaginación de los jóvenes aprendices.
Estudiante que no preguntara, difícilmente clarificaba el tema y las dudas afloraban, para resolverlas preguntando y obtener la certeza del conocimiento que nos absolvía de errores que afectaban las notas, en una asignatura en la que era frecuente el nerviosismo entre los alumnos, por lo abstruso de sus contenidos, mientras que el profe, observador profundo, hacía un seguimiento detallado a cada alumno y estaba atento a su participación, pudiendo así percibir quién avanzaba y quien no, para regresar al método inquisitivo que producía nervios, pero ayudaba a la comprensión de los temas.
En la primera hora de clases, Álvaro exponía las condiciones del curso, las evaluaciones, sus porcentajes y el valor de los trabajos o problemas que se debían presentar, así como advertía la presentación del quiz semanal, cuyo valor final no era significativo, pero reafirmaba con sus preguntas, la estrategia didáctica del maestro para afianzar en las mentes jóvenes el conocimiento impartido. La clase era agradable y activa por lo que el profesor acudía a estrategias y a cavilaciones que despertaban interés y sus estudiantes sabíamos de la magnitud del maestro y presumíamos al destacarlo como nuestro docente frente a los estudiantes de dentro y fuera de nuestra facultad.
Personalmente tuve que habilitar CIRCUITOS II del profesor Alberto Osorio, a quien le solicité su anuencia para postergar un parcial, por un día, para presentar un quiz de Teoría esa misma mañana y me dijo que solo me aceptaba excusa médica. No estoy enfermo le dije, “la excusa es que tengo prueba de Teoría”. Solo te acepto la excusa médica, me respondió. Podía llevarle hasta seis excusas, de médicos amigos del municipio de Bello, en donde yo era el Contralor Municipal, pero no quería mentir: “el estudiante no debe mentir”, le argumenté. Entonces te pondré cero me dijo y le acepté, pues no quería producir en el profesor la sensación de haber acudido a una influencia política para soslayar el cumplimiento de una obligación. “Prefiero habilitarte esta materia”, le dije y así lo hice, sin ningún reclamo al profesor Osorio, una gran persona y muy prestigioso docente que defendió con vigor la importancia de su asignatura.
La historia de TEORÍA ELECTROMAGNÉTICA en la Facultad de Ingenierías de la U. de A. está llena de anécdotas y relatos simpáticos de quienes hoy las rememoran con el propósito de alegrar con los recuerdos, alguna reunión temática sobre la materia y su profesor, íntimamente ligados a la historia común de muchos estudiantes. Recuerdo mi caso, cuando constituimos el equipo de trabajo con un amigo, Rodrigo Álvarez, de Itagüí y empleado de Telaraña, una empresa textil. Uno de los problemas propuestos. era el de una Antena Esférica y Rodrigo conoció que “El Mazo” lo había planteado tres semestres atrás y lo había resuelto un estudiante, y además, lo había calificado con “Cinco”. Nos pusimos a buscarlo, lo encontramos, lo analizamos y parecía bien resuelto, pero conociendo al “Mazo”, sospechábamos que algo faltaba pues el profe era muy severo, muy organizado y no repetía problemas. Algo andaba mal allí y era preciso saberlo para no caer en una trampa. Todo el equipo estudió el asunto y decidimos solicitarle cita al “Mazo”, cuando descubrimos el error, y al llegar a su oficina, le dije que teníamos unas dudas con el problema de la “Antena Esférica”, que lo había propuesto tres semestres antes al estudiante Huber Cardona, y resuelto por éste, le había puesto cinco de calificación. Álvaro me preguntó que cual era la inquietud y le respondí que ese problema está mal resuelto. Me preguntó entonces el porqué de mi afirmación y le expuse que él había propuesto el problema de una antena esférica y que Huber había resuelto para un resonador esférico y en este caso las soluciones diferían.
Me aceptó el hallazgo y me dijo que en un principio creyó que caeríamos en el error de copiar el problema de Huber, a quien le calificó con cinco, pero que luego, advertido de su error, resolvió volverlo a proponer. Le respondí que nosotros teníamos casi resuelto el problema y que muy pronto lo entregaríamos. Muy bien fue toda su respuesta.
Al entregarle el trabajo fui a sustentarlo y prácticamente fue muy poco lo que me preguntó y me despidió con un reconocimiento al trabajo realizado. A mis compañeros les hizo dos o tres preguntas, pero él había sido testigo de todo el trabajo de investigación realizado por el grupo y pasamos todos la materia.
La asignatura y el profesor suscitaban comentarios y críticas de los estudiantes por la severidad del segundo y lo riguroso de los contenidos de la primera, dando lugar a grafitis en las paredes de la Facultad de Ingenierías, plenos de “humor negro” como el aparecido con el mensaje muy sugestivo: “Gané TEORÍA ELECTROMAGNÉTICA, pero perdí todas las materias”, que me suscitó una reflexión interna, pues yo era estudiante de medio tiempo y mi grafiti , la primera vez que cursé la materia, bien pudiera haber sido: “Perdí TEORÏA, pero gané todas las materias”, era asombrosamente igual al aparecido en los muros de la facultad, pues solo cursaba dos o tres materias por ser estudiante de medio tiempo.
Una anécdota me permite refrendar la idea de que la trayectoria del “Mazo Gaviria” traspasaba las fronteras de la Facultad y fue cuando, buscando resolver sus problemas planteados, nos dirigíamos a la biblioteca de la UPB o a la facultad de ingeniería eléctrica, para buscar asesoría de los docentes de física de allí y cuando se enteraban que eran problemas formulados por “El Mazo Gaviria”, se negaban a abordarlos siquiera, aunque nos indicaban los libros que debíamos leer para darles solución y los estudiantes de allí, cuando descubrían nuestros cuadernos de notas de Teoría, nos solicitaban el préstamo de esas notas para correr a sacarles fotocopias a las mismas.
Algún compañero de Daniel Quintero, exalcalde de Medellín, nos contaba la anécdota de este dirigente, egresado de nuestra facultad, que cuando ganó Teoría Electromagnética, afirmo que, lograda esta proeza, ya podía ser gobernador o alcalde. Muchos querrán en esta ocasión denigrar o aplaudir la trayectoria pública seguida por este egresado, pero dejo esta nota para recordar a Don Miguel de Unamuno, el gran humanista español, rector entonces de la Universidad de Salamanca, cuando lo inquirieron sobre el porqué, la mala calidad de un egresado de aquel claustro y respondió que “Lo que natura no da, Salamanca no lo presta”, es decir, la calidad de la persona no es resultado de la formación universitaria, sino de la impartida en familia.
El ejemplo del “Mazo Gaviria significó honestidad, dignidad, lealtad a los principios y valores, rigor científico y amor por la tarea formativa de sus estudiantes, lecciones que deben quedar en la conciencia de sus formandos para ayudarle a cumplir su tarea formativa a la Universidad.
Guardo en mi alma un enorme reconocimiento por la tarea realizada en mí por muchos docentes de calidad, llenos de virtudes y sabiduría, pero hoy cierro estos renglones para recordar a dos grandes referentes de mi formación educativa, la una a Susana Álvarez de Zapata, mi primera maestra en la Escuela Marco Fidel Suárez de Bello, quien sembró en mí el amor por mi escuela, la naturaleza, la familia y los valores morales al ser admitido en la escuela desde mis cinco años, aprestándome para la vida y a Álvaro Gaviria Ortiz por haberme enseñado con rigor y severidad, con paciencia y con profundidad los elementos científicos y las estrategias docentes para continuar una labor profesional y viva de formar sociedad desde la verdad, la disciplina y la lealtad a los valores democráticos.
Gracias, Dr. Álvaro, muchas gracias “Mazo Gaviria”, bendiciones Álvaro Gaviria Ortiz por la tarea cumplida en favor de los estudiantes, de la universidad y de Colombia.