El jefe de despacho presidencial, Alfredo Saade, lamentó públicamente el magnicidio del senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, tras su fallecimiento ocurrido en la madrugada del 11 de agosto de 2025 en la Fundación Santa Fe de Bogotá, tras permanecer más de dos meses en estado crítico por un atentado ocurrido el 7 de junio, finalmente calificado como magnicidio político.
No obstante, sus declaraciones subsiguientes generaron indignación generalizada. Saade enfatizó que no puede considerarse responsable al presidente Gustavo Petro por el hecho y restó gravedad al tema del riesgo político, al afirmar que “la actividad política siempre tiene un riesgo” y que, en esa lógica, “manejar bicicleta tiene un riesgo de caerse, tropezarse o que lo atropelle un vehículo”.
Ese mismo argumento desencadenó fuertes críticas de diversos sectores, que lo consideraron una comparativa insensible e inadecuada ante un crimen de impacto político y humanitario. Medios como El Colombiano señalaron que la comparación “le costó fuertes críticas al jefe de gabinete”, mientras que portales como Seguimiento.co destacaron que “la ligereza de su comparativa, aún más teniendo en cuenta que antes de morir Miguel Uribe había advertido el riesgo de seguridad como candidato de oposición, no cayó bien en el país”.
La controversia añadió dramatismo al contexto nacional: la Fiscalía ha capturado a varios presuntos responsables materiales del ataque, aunque aún no se identifica al autor intelectual. Mientras tanto, el presidente Petro y otros miembros del gobierno han manifestado públicamente su condena al crimen y llamado a esclarecerlo, incluso calificando la tragedia como “una derrota” para el país.
El episodio refleja una tensión palpable: por un lado, el dolor y la exigencia de justicia tras el magnicidio de una figura política en campaña; por otro, la percepción de que las declaraciones del entorno presidencial intentan mitigar la percepción de riesgo o implicación institucional. En consecuencia, la comparación con un accidente cotidiano —como montar en bicicleta— fue vista por muchos como una minimización aberrante de una realidad grave para la democracia colombiana.