Hoy duele… duele Colombia

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Por: Aldrin García Balvin – Director Totus Noticias

Hoy duele Colombia. Duele como dolía en los noventa, cuando los candidatos presidenciales caían uno tras otro bajo las balas de la violencia política. Duele como duele un país que parecía haber dejado atrás esa época oscura, pero que, de un momento a otro, vuelve a despertarse con el mismo miedo, la misma rabia y el mismo sabor amargo de saber que la historia se repite.

Miguel Uribe Turbay no solo era un senador o un precandidato presidencial. Era un colombiano que, guste o no su pensamiento político, había decidido ejercer su derecho a oponerse, a proponer otro camino. Y por eso hoy está muerto. Porque en este país, todavía, oponerse puede costarte la vida.

Apenas hace unos meses lo veíamos en las calles, en tarimas, en debates. Hoy lo vemos en las portadas de prensa como una víctima más de esa cadena interminable de violencia que nunca supimos cortar. El gobierno dirá que estamos bien. Sus seguidores repetirán que es el mejor gobierno que ha tenido Colombia. Pero la realidad es que un candidato presidencial fue asesinado. Y eso no pasa en un país que está bien.

Este no es solo un crimen contra un hombre y su familia. Es un golpe contra todos los que creemos que el poder debe disputarse con ideas, no con pistolas. Es una bofetada a la democracia, que, en teoría, llevamos décadas cuidando. Y, sin embargo, aquí estamos, otra vez con velas en las plazas, otra vez con marchas en silencio, otra vez con el mismo nudo en la garganta de hace treinta años.

Mientras desde el Palacio reparten discursos y cifras para convencernos de que todo marcha sobre ruedas, las balas nos recuerdan que la violencia política sigue viva, que las heridas de la historia no cerraron y que la democracia colombiana es más frágil de lo que queremos admitir.

Hoy duele, y duele mucho. Duele porque no es solo la muerte de Miguel Uribe Turbay, es la muerte de la ilusión de que podíamos debatir sin matarnos, de que habíamos avanzado como país. Duele porque, aunque nos digan lo contrario, hemos retrocedido.

Y cuando un país retrocede en democracia, todos perdemos, incluso aquellos que aplauden desde las tribunas del poder.

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