Uribe no se queda callado: cuando el honor habla más fuerte que los ataques

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Por Aldrin García Balvin – Director de Totus Noticias

Aunque sé que esta columna a algunos no les va a gustar, no me aguanté las ganas de escribirla. Porque hay momentos en los que uno no puede quedarse callado. Después del reciente fallo judicial donde condenan al expresidente Álvaro Uribe por dos delitos, y tras una larga historia de persecución política y ataques personales, vuelve la escena repetida de siempre: provocaciones —porque eso parecen—, como las que nos tiene acostumbrados el presidente Gustavo Petro.

Esta vez, Petro salió a “sugerirle” a Uribe que se acoja a la JEP o a un tribunal especial. Y, claro, la intención no era buscar justicia, sino más bien buscar protagonismo a costa del otro. Pero Uribe, como siempre, no se quedó callado. Respondió con firmeza y sin rodeos: le recordó a Petro que, antes de venir a señalar, debería renunciar al indulto que recibió, explicar ese efectivo de los videos metido en bolsas oscuras, y hacerse un examen toxicológico. Fue un mensaje fuerte, sí, pero también directo, con la autoridad de quien no se esconde detrás de poses ni discursos.

Y es que a Uribe podrán acusarlo de muchas cosas, menos de cobarde. Ha enfrentado todos los procesos, ha dado la cara, ha estado en cada audiencia, en cada citación. Mientras otros se acomodan en el poder y se blindan con privilegios, él ha puesto el pecho. No se ha ido del país, no ha huido de la justicia, no ha buscado excusas. Eso, en un país donde muchos se hacen los santos con el pasado sucio, es algo que hay que reconocer.

Muchos critican su estilo, pero pocos hablan de su coherencia. Lo que dijo en ese trino no fue un ataque sin fundamento, fue una respuesta desde la dignidad de alguien que no acepta que lo traten como si fuera igual a quienes negocian su verdad o se acomodan según la conveniencia política.

Y si a alguien le quedaban dudas sobre el indulto, Uribe fue más allá y lanzó la estocada final: publicó el documento oficial donde Gustavo Petro, en octubre de 1991, reconoce por escrito haber sido indultado como miembro del M-19. Y lo acompañó de otro trino lapidario: “Otra mentira del Pte Petro, me respondió que no fue indultado, aquí escribió lo contrario.” Ahí no había espacio para retórica: era un papel con firma y fecha. Prueba reina, como se dice.

Petro, por su parte, respondió con un texto extenso, donde negó estar intoxicado y aseguró que nunca recibió un indulto. Dijo haber sido torturado, y se refirió al polémico video del dinero en efectivo como parte legal de su campaña. Pero al final, más que aclarar, su respuesta sonó a evasiva poética. Y mientras él propone ir juntos a la JEP como si se tratara de una escena de reconciliación, la verdad ya estaba sobre la mesa: el documento no miente.

Esta no es una defensa ciega a Uribe. Es una defensa al sentido común, a la justicia sin sesgos, a la verdad sin maquillaje. Y sí, también es una defensa al carácter de un líder que ha dado la batalla con la frente en alto, sin esconderse, sin negociar su honra.

Colombia está cansada de quienes se creen moralmente superiores mientras esconden sus propias manchas. Necesitamos más líderes que hablen claro, que no se arrodillen por un titular ni por agradar a la galería. Y por eso, esta respuesta de Uribe, más que una polémica, fue un acto de dignidad política y personal.

Así que sí: puede que esta columna incomode a algunos. Pero la escribo desde la sinceridad. Porque cuando un hombre como Álvaro Uribe, después de tantos años de señalamientos y persecución, sigue dando la cara, lo menos que merece es que no se le juzgue con doble rasero.

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