El presidente Gustavo Petro reactivó este miércoles en Cartagena su polémica propuesta de trasladar la Estatua de la Libertad desde Nueva York al territorio colombiano, en medio de cuestionamientos directos a las políticas migratorias estadounidense, particularmente las impulsadas por Donald Trump.
Durante su intervención en la Cumbre de Energía de la Celac, el mandatario enfatizó que si Estados Unidos rechaza la idea, Colombia “hará una” estatua que simbolice una libertad auténticamente latinoamericana. “Si nos dejan, o si no, hacemos una, una belleza latinoamericana”, expresó, provocando aplausos y controversia.
Petro afirmó que los valores de libertad en América no fueron forjados por EE.UU., sino por los afrodescendientes de San Basilio de Palenque, considerado el primer territorio libre del continente. Citó la escultura neoyorquina como un ejemplo hueco frente a la supresión migratoria: “nos tratan como esclavos… regresan a la vieja esclavitud”.
La propuesta ha aumentado la tensión diplomática entre Bogotá y Washington. A principios de año, el gobierno de Trump ya emitió sanciones y restricciones por la política migratoria colombiana y la negativa de Petro a recibir vuelos de deportación. Ahora el mandatario colombiano recalca que la libertad debe reenfocarse desde una óptica latinoamericana y antirracista.
La hija del presidente, Andrea Petro, defendió públicamente la idea ante críticas, incluyendo memes publicados por figuras como Martín Santos. Afirmó que el discurso presidencial merece lecturas más profundas y no solo burlas superficiales.
La viabilidad real del traslado es prácticamente nula, pues implica acuerdos internacionales complejos y altos costos logísticos. Analistas en redes y medios lo califican como una estrategia simbólica para redoblar la presión política sobre EE.UU. y reforzar su discurso frente a la migración.
Con esta iniciativa, Petro busca ubicar a Colombia y a América Latina en la discusión global sobre libertad y racismo, movilizando símbolos históricos y ancestrales. Aunque muchos lo ven como una metáfora política, subraya un mensaje fuerte: la libertad real debe nacer de historias locales, no solo de monumentos foráneos.